Nombrar términos como cuerpo y energía es una manera de introducir al Análisis Bioenergético clásico, una producción neo-reichiana. Wilhem Reich fue un psicoanalista que de joven colaboró con S. Freud. Entre los años 1924 y 1930 fue nombrado por este como coordinador del seminario técnico de la Asociación psicoanalítica de Viena. Posteriormente continuó los intentos freudianos de darle un sustrato orgánico al concepto de libido, avanzando hacia una concepción energética y dinámica. El ser humano queda así definido como un ser energético. Él decía que las neurosis son, básicamente, un bloqueo de esta energía que le impediría al sujeto una actividad sexual satisfactoria. En Reich tanto como en Feud sexualidad no es igual a genitalidad, con lo cual se trataría en la cura de reestablecer la capacidad de una descarga emocional que involucre acciones voluntarias e involuntarias (sistema neurovegetatitivo) del cuerpo, que sumado al análisis de la transferencia y resistencias devolverían al sujeto su potencial energético. De esta manera el orgasmo es en Reich un modelo de funcionamiento energético (carga-tensión-descarga-relajación) que permite ser utilizado como instrumento clínico. La actividad emocional responde a este modelo.
Los bloqueos energéticos se traducen en la esfera somática en una serie de «tensiones musculares crónicas» estructuradas a lo largo de la historia del sujeto y en relación directa a su vivenciar infantil. En la esfera psíquica los observamos en el carácter con sus distintas expresiones sintomáticas. El sepultamiento del complejo de Edipo involucra en la esfera somática una serie de tensiones musculares crónicas y en la esfera psíquica una modalidad de reacción frente al mundo, el carácter. Ambas esferas vienen a reeditarse en cada situación de la vida.
El Análisis Bioenérgetico (AB) recreado a partir de la Orgonterapia Reichiana alrededor del año 1950 por el Dr. Alexander Lowen discípulo de Reich, aborda la clínica teniendo en cuenta ambas esferas antes citadas. Desde la esfera somática instrumentando ciertas maniobras y ejercicios corporales y desde la esfera psíquica con la interpretación, la construcción y el señalamiento. Ambas esferas responden a un único proceso energético que da lugar al padecimiento, por eso es que se abre un doble frente en el tratamiento. La idea de «superficie psíquica» queda así definida no solo a partir de lo dicho o no dicho por el paciente, sino también a partir del material no verbal: gestos, velocidad de movimientos, miradas, forma de respiración, estructura corporal, etc. Material que, a la manera de un acto fallido o un lapsus nos permite el acceso al inconsciente del paciente.
Por lo tanto el objetivo terapéutico del AB es abordar en simultáneo al plano mental, los procesos corporales subyacentes a toda demanda terapéutica que conlleva una problemática humana.
En la actualidad, el AB como Escuela ha ido incluyendo progresivamente al psicoanálisis vincular (Jhon Bowlby, Winnicott) y con él una clínica interactiva que trabaja teniendo en cuenta como principal herramienta los niveles vinculares en el ámbito terapéutico, además de los niveles energéticos.
El vínculo como elemento sanador en sí-mismo (que ha sido tomado desde sus inicios tanto por la Biosíntesis como por la Biodinámica) ha desplazado a la “interpretación” del inconciente del paciente por parte del analista. Y ha colocado a la “interacción” entre analista y paciente dentro de un campo vinculante que reorganiza los elementos desregulados del último.
La experiencia teapéutica pretende hacer fluir al ser en su organismo a partir del vínculo establecido con el terapeuta. Esto es así ya que se considera a partir de recientes investigaciones que la internalización histórica o episódica de experiencias vinculares desajustadas necesitan de experiencias vinculares ajustadas para su transfomación hacia la sanación. Y es esperable que una experiencia terapéutica sea ajustada ya que el terapeuta pone su cuerpo al servicio del eco emocional de su paciente y esto genera un campo reorganizador. Reorganizador de elementos tempranos en el desarrollo previos al lenguaje.