Revista “Energía & Carácter” Vol. 33 Sept. 2004
Traducción al castellano del original en ingles: Silvina Alterman …gracias..)
Introducción
Tres años atrás fui invitado a un Congreso en la Universidad de Warwick organizado por el Consejo de Psicoterapia del Reino Unido, cuyo tema era “Revoluciones en Psicoterapia y Neurociencia”. Presenté la mirada de la Biosíntesis sobre la organización somática del cuerpo, y en particular sobre nuestro trabajo concreto en cuanto a la transformación de problemas en recursos en relación al trauma.
La neurociencia moderna y el psicoanálisis han coincidido últimamente en una emocionante combinación reafirmando el temprano modelo energético de Freud, base de la vegetoterapia Reichiana. La neurociencia está lentamente desplazándose de la comprensión del cerebro a la comprensión del cuerpo, confirmando teóricamente muchos de los descubrimientos que elaboró la Biosíntesis y algunas otras formas de psicoterapia corporal.
En este contexto el cuerpo deja de ser ese olvidado y sombrío elemento de la psicoterapia para pasar a ser percibido como base y fundamento del abordaje psicoterapéutico. Uno de los neurocientistas modernos más fáciles de entender es Antonio Damasio cuyo tercer libro sobre neurociencia es analizado más adelante.
En el Congreso de la Universidad de Warwick se aportaron interesantes descubrimientos, sin embargo yo comprendía que en neurociencia existen dos posturas: una enfatiza los aspectos estructurales del cuerpo y el cerebro argumentando que los trastornos tempranos se fijan casi irreversiblemente a modo de patrones neuronales. La otra, enfatiza la plasticidad de la estructura dándole una mayor importancia a la función: los diferentes usos del ser podrían formar, más adelante, nuevas conexiones en el cerebro y nuevos patrones corporales. La primera postura es pesimista, la segunda optimista. En una nota sobre el Congreso de la Universidad de Warwick publicada en “The Psychotherapist” (nro. 17 otoño 2001) Aaron Balick hace el siguiente comentario basado en la contribución que allí brindé:
Continuando con lo que pareció ser una reacción a la posición “cerebrocéntrica” de oradores anteriores, Boadella señaló que como seres humanos estamos hechos para construir e integrar y no para desintegrar. Este comentario fue seguido de una perceptible señal de alivio por parte de los psicoterapeutas presentes en el anfiteatro que ya estaban dando indicios de pesimismo y rechazo hacia la naturaleza determinista de la neurociencia… Debe enfatizarse el contrapunto que esto representó en el contexto del Congreso.
A pesar de que la neurociencia redescubrió el fascinante trabajo del neuro-psicoanalista ruso Alexander Luria (cuya investigación sobre el cerebro tripartito es fuente de inspiración al modelo teórico de Biosíntesis), aún no ha concebido la importancia de la organización embriológica del cuerpo para la comprensión de las conductas psicosomáticas. Aún permanece en lo profundo el reconocimiento de que la mente no puede ser reducida a la materia asi como mente y materia comparten la misma raíz que subyace a los campos mórficos de organización. Este fue el punto de partida de mi presentación en el Congreso de Warwick.
Hace más de trescientos años atrás el filósofo Baruch Espinoza impulsó la idea fundamental de la relación entre cuerpo y mente y sus conexiones psicosomáticas. A continuación se presentan dos perspectivas de Espinoza, una del neurocientista Antonio Damasio y otra de la Biosíntesis.
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Buscando a Espinoza: Alegría, Tristeza y el Cerebro que Siente
Crítica al úlimo libro de Antonio Damasio (Harcourt, USA 2003)
Muchos terapeutas conocen a Damasio como autor de “El Error de Descartes”, en que se presentan los niveles emocionales debajo de la conducta racional y de “La Sensación de lo que Ocurre”, que describe los niveles emocionales de la sensación de ser nosotros mismos. Su último libro “En Busca de Espinoza” es en muchos sentidos el más brillante hasta hoy, está escrito en forma simple y apasionada y penetra más profundamente en las conexiones cuerpo-mente. Además, para comenzar a comprender la unidad psicosomática del ser humano, intercala retrospectivas históricas de la vida de Baruch Espinoza, uno de los primeros psicólogos filósofos.
Damasio confirma muchos aspectos que sostiene la Biosíntesis sobre los campos de vida al plantear un espectro de las dimensiones de la experiencia como propiedades auto-regulatorias homeostáticas simples del cuerpo, necesarias para la supervivencia, que van de las polaridades sensoriales de placer-dolor a la emoción apropiada. Describe no sólo los procesos cerebrales implicados en las emociones sino también los procesos corporales, en particular las señales del cuerpo interno (intercepción) y externo (exterocepción).
Se mantiene extrañamente en silencio en cuanto al tercer reino de la sensación, la propiocepción, que vincula las señales provenientes de los músculos lo que parece quedar reducido a una nota al pie.
Damasio nos muestra cómo las “emociones de fondo” emergen de estados de conciencia corporal, y subyacen a las “emociones primarias” tales como miedo, enojo, alegría y tristeza que a su vez subyacen a las “emociones sociales o secundarias” tales como culpa, vergüenza, orgullo, simpatía, etc.. el sentimiento como estado superior es producto de la percepción del estado corporal y emocional junto con pensamientos y creencias asociados e imágenes mentales y expectativas.
La comprensión de la integración cuerpo-mente deriva de sus estudios en neuro-psicología, pero claramente Damasio se entusiasmó al descubrir que trescientos treinta años antes Espinoza describió muchas de sus anticipaciones y confirmaciones.
Para Damasio el cuerpo/mente es un complejo sistema integrado, una red jerarquizada de procesos. Parece ser un creyente en el “principio ascendente” es decir, en la primacía de los niveles inferiores apuntando a los niveles superiores. Recurre a la evidencia que nos ofrece la bioquímica de las drogas o de los desórdenes neurológicos del cerebro para reflejar la aparente dependencia de pensamientos, sentimientos y emociones que tienen un cerebro y un cuerpo en buen funcionamiento.
Para comprender al ser humano que hemos desarrollado en Biosíntesis el “principio ascendente” es sólo la mitad de la historia, la otra mitad es el “principio descendente” o sea la habilidad de los niveles superiores de pensamiento, imagen y sentimiento para producir cambios emocionales y – aún más – en la senso-percepción, tono muscular y procesos celulares e inmunológicos. Estos procesos se destacan en psico-neuro-inmunología, y conllevan profundas consecuencias para la sanación psicológica y emocional llegando directamente a la raíz de nuestra existencia energética y celular somática.
Damasio deja la última parte de su libro para examinar la cuestión de la espiritualidad. Escribe: “consideremos el delicado tema de ubicar lo espiritual en el organismo humano” coherente con la valoración de lo espiritual en el nivel superior de su jerarquía, se cuestiona si es o no dependiente de procesos inferiores.
Por un lado propone: “dado que lo espiritual es un tipo particular de sentimiento lo considero dependiente de las regiones cerebrales somato-sensoriales”. Por otro lado expresa: “no es mi propósito reducir lo sublime a lo mecánico y al hacerlo restarle dignidad”
El anteúltimo capítulo del libro de Damasio es un breve bosquejo biográfico sobre Espinoza, Damasio viajó a Holanda, recorrió los lugares de la vida de Espinoza y quedó fascinado, asombrado y sorprendido por su compleja personalidad. Siguió con admiración el paralelismo que hizo Espinoza del cuerpo/mente y se enfrentó como hicieron otros antes que él con el enigma: Espinoza fue un ateo que prefiguró el materialismo moderno o fue una persona profundamente espiritual conciente de las más vastas dimensiones del ser humano?
En su último capítulo Damasio declara de buen tono una salida a la perspectiva del “principio ascendente” siguiendo las señales proporcionadas por Espinoza y luchando por resolver la aparente contradicción en su propio pensamiento sobre los puntos de vista reduccionista y no reduccionista.
“El propósito radica en sugerir que lo sublime de lo espiritual está encarnado en lo sublime de la biología. Reconocer el proceso fisiológico que yace detrás del espiritual no explica el misterio del proceso de la vida al cual se conecta dicho tipo de sentimiento, revela la conexión al misterio pero no el misterio en sí”.
En definitiva, el mapa neurofisiológico que propone Damasio resulta ser esperanzador ya que permite comprender los sentimientos humanos desde “la vida en proceso donde se originan” a “la fuente de la vida hacia donde apuntan”
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Encontrando a Espinoza: Más Allá del Reduccionismo a las Fuentes del Ser
Un Congreso de Psicoterapia Corporal Europea en Travemunde, Alemania 1999, fue denominado “La Carne del Alma”. Mi contribución en esa oportunidad se tituló “El Alma de la Carne”. En una serie de artículos escritos anteriormente sobre los precursores al trabajo con Biosíntesis establecí los antecedentes históricos de la psicología somática poniendo también énfasis en las raíces espirituales de nuestra tarea. Escribí sobre el trabajo de Pitágoras, Mesmer, Giordano Bruno y Pierre Janet entre otros.
Pero nunca pensé en buscar a Espinoza. Leer los escritos de un portugués que vivió en Holanda hace más de trescientos años y que escribió en latín no significaba nada para mí. Lo conocía como un solitario hereje que había sido maldecido por su sinagoga cuando era muy joven y de quién se decía estaba cientos de años adelantado a su época al anticipar ciertos aspectos de la ciencia moderna.
En abril de 1995 tuve un sueño muy vívido con Espinoza. Cuando escribí el sueño se convirtió en un apasionado poema al que llamé “Zona de Impacto” (“Ground Zero”). Aquí está el poema de hace nueve años:
Zona de Impacto
El pequeño hombre con mentón afilado,
con sus dos compañeros
se sienta conmigo alrededor de la complicada
mesa de juego.
Cada cual en su rincón
cada cual en su carácter
cada cual en su espacio.
Agitamos los dados
ubicamos el colorido juego de damas
barajamos el mazo de copas y espadas.
Un compañero es ingenuo,
piensa que ya perdió
(de todos modos no es tan importante)
dispuesto a levantarse e irse
a otro país.
Un compañero es vanidoso,
piensa que ya ganó
queriendo juntar sus fichas
de la mesa
para irse directo a la ciudad
a depositar sus ahorros
y adquirir otro seguro de vida.
El hombre morocho de nombre
portugués
sentado en su rincón como en un trance:
no se trata de ganar o perder.
Acecha más allá del plano
de la inmanencia,
entre las fichas
detrás de los naipes
más allá de la superficie de los dados.
Sus ojos se convirtieron en lentes,
Penetrando los mundos detrás de los mundos
en un caleidoscopio de colores.
El está percibiendo sonidos derramados del
silencio,
él está viendo luces fundirse más allá de
la oscuridad.
Intento ajustar mi mirada con la de él:
si observas el mundo a unos pocos centímetros
de tu nariz
con los ojos desenfocados
alejando lentamente la conciencia de la
superficie de la realidad
enraizado en tu ser original,
aparecen otros mundos
lo suficientemente transparentes
para penetrar en lo profundo de los lentes
de diamante
en donde todas las fases y facetas
reflejan la única luz.
Entusiasmado con el ganador
y con el perdedor vocifero:
“Acaso no ven lo que se pierden?”
mientras el creador de lentes
se hunde más profundamente en la
geometría de su visión
y el primer resplandor del siguiente mundo
comienza a brillar como la niebla del amanecer
sobre la mesa de juego.
Pero no ven nada:
no hay nada para que ellos vean
pero el plano inmanente,
las piezas aleatorias, el espectro
de formas sensibles
y la única creatividad radica
en el juego en sí.
El hombre morocho en el trance
enraizado
se retira de la mesa
se aleja de su rincón visionario.
Cuando escriba su libro
tendrá cuidado de simplemente insinuar
los órdenes de la naturaleza que ha atisbado.
El anillo en su dedo porta sólo
una palabra, “cautela” ten cuidado!
Intentará mantener un pie en el mismo
mundo
que los demás.
No tiene deseos de ser quemado
en el campo de flores.
Tendrá suerte si sólo lleva una maldición
sobre su cabeza,
que su libro sea prohibido y olvidado
sólo por cien años,
que sea tratado peor que a un perro muerto,
que sea amenazado de muerte
y cuando finalmente lo lean,
que no sea comprendido
como la descripción de la naturaleza
plana como una mesa de juego
reducida a la zona de impacto:
un universo bidimensional
que es apenas un reflejo
del sueño de Espinoza.
Luego de este sueño y el surgido poema comencé a leer “Etica”, el clásico de Espinoza. Me fascinó encontrar sus maravillosos descubrimientos sobre la vida emocional del cuerpo. Espinoza tenía una mirada tan aguda para los patrones condicionados y una nostalgia tan grande por la libertad de las trampas del carácter, que en otra época hubiera sido un psicólogo desafiante capaz de trabajar con las actitudes mentales, los ritmos emocionales y los patrones somáticos del stress en el cuerpo.
Descubrí que Espinoza fue un hombre ampliamente incomprendido. Es considerado como el que le quitó la máscara a la sociedad para revelar nuestros ciegos impulsos (como Freud), el enraizamiento en nuestra existencia corporal (como Reich), y la condición determinada y limitada por un universo en el que Dios ha sido reducido al funcionamiento de la naturaleza en el tiempo y el espacio (como Einstein).
Por otro lado el Espinoza que encontré definitivamente no era reduccionista. Qué descubrió Espinoza? Pudo vislumbrar a través de la superficie y hacia lo profundo. Pudo ver al dios creador (“natura naturans”) el poder creativo del proceso formativo detrás del ser creado (“natura naturata”) que se percibe con los sentidos.
Es por eso que pudo reconocer el sutil fundamento situado más allá de la “zona de impacto” de la existencia material. Vio más allá del tiempo y descubrió la eternidad: es por eso que sigue siendo un hombre del futuro y no una voz muerta de un antiguo pasado. Cuando consideró al ser humano, Espinoza atisbó los problemas y los condicionamientos y conflictos psicosomáticos: fue un científico de los márgenes que llegó al alma desde el cuerpo.
Qué tipo de alma descubrió Espinoza? Definió lo que llamó “virtud” o cualidades esenciales vinculadas a los valores fundamentales de la vida. La palabra valor proviene del latín “valere” que significa bienestar. Las virtudes de Espinoza se relacionan con lo que él considera ser las acciones del alma, profundas corrientes de impulso que preservan nuestro ser, que le dan sentido a nuestros sentidos satisfaciendo el propósito fundamental de la vida. Espinoza advirtió lo que Reich denominó “la chispa en el protoplasma” aquello que enciende las células. En Biosíntesis decimos que “la llama debajo de las cenizas” es el recurso interno del ser que transforma los problemas. Espinoza escribe:
“Virtud y poder significan lo mismo. La virtud se vincula al hombre como la esencia misma de su naturaleza” (Etica IV, Definición 8)
“Cuanto más felices seamos mayor satisfacción sentiremos, o sea cuanto más participemos necesariamente de la naturaleza divina” (Etica IV, Scholium 45)
“El poder del hombre en tanto sea explicado desde su esencia actual será parte del poder infinito de Dios-Naturaleza” (Etica IV, Prueba 4)
Mi sueño con Espinoza fue confirmado por lo que descubrí sobre él. Ofrece una respuesta más allá de la pasividad de los condicionamientos , más allá de los límites del materialismo, y más allá de las trampas del materialismo espiritual cuyos dogmas religiosos criticó con vigor. Estudió los detalles de los procesos de la vida bajo su microscopio y aún así pudo captar la inmensidad que yace más allá del alcance de cualquier instrumento humano. A medida que fue profundizando en el estudio de las particularidades de nuestras cotidianas luchas emocionales pudo concebir la posibilidad de convertir la aceptación pasiva de los golpes del azar, en la libertad para darle forma activa a nuestro destino si nos podemos establecer en nuestras cualidades más profundas.
Perfil del Autor
David Boadella (n. 1931) B.A., M.Ed., Dr. h.c., Psicoterapeuta SPV y UKCP.
Estudió educación, psicología y literatura. Se entrenó en vegetoterapia del análisis de carácter. Fundó la Biosíntesis. Desde 1985 realizó la formación contínua en “Centramiento Psicosomático” (Robert Moore, Dinamarca). Hace más de 40 años se dedica a la práctica clínica en psicoterapia. Ofrece cursos alrededor de todo el mundo, ha escrito numerosos libros y artículos. En 1995 fue galardonado con el doctorado honorario de la “Universidad Abierta Internacional en Medicina Complementaria” por su trabajo pionero en el desarrollo y promoción de Energía & Carácter, así como por sus contribuciones a las ciencias sociales.
Una selección de sus libros: “Corrientes de Vida” (Routledge), “Wilhelm Reich: La evolución de su trabajo” (Arkana).