El trabajo clínico con la lectura corporal: enfocando y desenfocando la mirada.

(Escrito en noviembre del 2004, correjido y amplificado en septiembre de 2023)


«La estatua ya está en la piedra. Allí ha estado desde el comienzo de los tiempos y la tarea del escultor es verla y liberarla, eliminando cuidadosamente todo el material que sobra.»

Miguel Angel

Algunas cuestiones preliminares permiten ubicar la pregunta acerca de, porqué hacer una “lectura corporal”?, cual es el sentido?, cómo es que se llegó en la obra de W. Reich y más tarde en las producciones neo-reichianas, a pensar que es posible hacer una “lectura corporal”?

Estas preguntas invitan a adentrarse de lleno en el psicoanálisis originario de S. Freud, en el concepto de pulsión (aquel concepto fronterizo entre “psiquis y soma”) y de cómo Freud pasó por ese lugar de ubicar algún sustrato orgánico al concepto de libido (componente energético de la pulsión). 

En este sentido existe un hilo teórico que va desde “Pulsiones y sus destinos” y la teoría pulsional pasando por el desarrollo de la sexualidad infantil.

De ahí en adelante Reich continuó esos intentos, y adentrándose en ese surco el psicoanálisis deriva según él y sus demostraciones clínicas, en la Biofísica Orgónica terreno en el cual descubre la bioenergía, es decir el orgón en el cuerpo humano. De aquí deriva la Orgonterapia.

En este escrito que deviene de una praxis clínica contínua de alrededor de 30 años se propone el planteo de intentar ver la distribución de esa bioenergía en el cuerpo, su fluidez, su bloqueo, etc. Y en última instancia, desde un criterio clínico, se intenta ubicar lo pulsional a través de esa mirada, de esa lectura corporal. 

Es decir, incluir en el trabajo clínico el aspecto somático y económico de la pulsión y no solamente su representación verbal como lo ha hecho el psicoanálisis lacaniano.

En este sentido se hace especial énfasis al lector en que lea con tiempo y detenimiento la tercera parte del libro “Análisis del Carácter” y en especial el capítulo XIV “Contacto psíquico y corriente vegetativa”. 

Nombre que dio Reich al trabajo presentado en Lucerna, Austria -1934- en donde sitúa específicamente como producto de su investigación clínica durante más de diez años, las consecuencias clínicas que acarrea el ubicar un sustrato orgánico al concepto de libido (léase en la edición en español de esa obra, pulsión, en donde dice impulso o instinto, el original en alemán dice TRIEB).

Dicha monografía es la base para comprender los conceptos fundamentales de las psicoterapias psicocorporales que le sucedieron tanto del Análisis Bioenergético como de la Biosíntesis y de la Biodinámica. 

Es a partir de esta exposición que Reich continúa su tarea más allá de la Asociación psicoanalítica Internacional.

Ahora bien, a qué se llama “lectura corporal”? 

Retomando las preguntas del comienzo acerca del porqué de una lectura corporal, se hace evidente a la luz de “Contacto psíquico y corriente vegetativa” que el cuerpo presenta un mapa actual de tensiones, posturas, pautas respiratorias y un mapa de movimientos.

La persona puede comenzar a contactar, concientizar y habitar dicho mapa aproximándose de tal modo al conocimiento de sí-mismo, el campo de su energía.

En ese punto la persona construye, en el seno de un proceso terapéutico, una representación de sí, el mapa lo representa en “palabras orgánicas”, palabras que lo nombran en su subjetividad. Palabras, que viniendo del cuerpo en término de sensaciones y sentimientos le retornan al ser resignificándolo y restituyendo su historia. El cuerpo comienza a hablarle de quien verdaderamente es.

El mapa no es el territorio, si no su representación. Esto nos lleva a la noción de cartografía. Así lo presenta Boadella en “Mapas del Carácter”. Y como tal, el mapa, muestra la subjetividad de quien lo crea. 

Esto se ubica en la esencia de la “lectura corporal”.

Quién establece la lectura corporal en el seno de una relación terapéutica, el paciente, el terapeuta o ambos? Quién le otorga sentido a esa lectura, el paciente o el terapeuta?

En relación a estas preguntas ha habido en la historia de la psicoterapia corporal varios momentos desde una posición extrema de ser el terapeuta quien “observa” y otorga el sentido, hacia una posición relacional en donde se comparten tanto la lectura como la construcción de sentido.

Se puede considerar la existencia de dos planos yuxtapuestos en el mapa. Adentrarse de un plano en otro requiere conciencia y quizás un proceso psicoterapéutico.

Planos que refieren, por un lado, a la historicidad subjetiva anclada en el carácter (“bajar la mirada” al saludar o “mirar altaneramente”, por ejemplo), lo que se denomina coraza caracterial, portadora de una intención inconciente cristalizada y distorsionada, y por el otro, el aspecto corporal de esa actitud, lo que se denomina coraza muscular.

Es decir, posturas y movimientos corporales, como así también el lenguaje gestual todo ello siendo reflejos de una intención del Ser anclada y distorsionada en la coraza (muscular y caracterial) 

En la base de ese mapa evidente, observable, hay una historia subjetiva cristalizada que dio lugar a la existencia de dicho mapa.

Aquí ya estamos situados en la segunda pregunta planteada al comienzo acerca del cómo Reich llega a esta cuestión. Y es a través de ubicar el concepto de identidad funcional mente-cuerpo, situado en aquella monografía. 

La represión, en tanto mecanismo psíquico fundante de la neurosis es un involucramiento de la totalidad del cuerpo alterando las funciones organísmicas en su totalidad (sea en el tono muscular aumentando o descendiendo el mismo, sea en la funcionalidad de los órganos internos, sea en la construcción mental de los acontecimientos de un modo perceptual distorsionado).

La posición acostada en el psicoanálisis freudiano tenía un sentido, al decir de Ferencsi, funcional con respecto al cuerpo, que al aflojarse las tensiones musculares advenía material inconciente. O dicho de otra manera se aflojaban barreras resistenciales producto de la represión psíquica.

Otro de los aspectos que atraviesan la lectura corporal es el tema de la transferencia y contratransferencia, toda la cuestión el “campo” o “atmósfera” que se genera dentro de un dispositivo de trabajo corporal o clínico, de cómo eso influye en lo que se ve y en lo que se deja ver.

En la lectura de textos se extraen conceptos o significados, también metáforas, existe un misterio intrínseco al lenguaje. Siempre hay algo visible e invisible en una lectura, y esto está determinado en parte por el observador.

 El observador es parte del objeto observado. 

Qué nos quiere decir Miguel Angel (en el epígrafe) cuando nos dice que “la estatua ya está en la piedra, sólo hace falta liberarla..” Será una proyección del escultor? O será una verdad intrínseca a la piedra?

Esto puede llevar a considerar cómo es que el ser humano está percibiendo, cómo “ve” el terapeuta a su paciente.

Puede resultar interesante desarrollar y “entrenar” una capacidad de enfocarse y a la vez desenfocarse para poder tener una mirada más amplia.

Para poder ayudar a “la estatua a liberarse de todo el material que sobra”, como metáfora, ayudar a los pacientes –“estatuas”- a despojarse de las construcciones defensivas ancladas en el cuerpo –“material que sobra”- y reencontrarse con su esencia. 

“Lo esencial es invisible los ojos”.

Cuando se lee una poesía existe una implicancia personal de manera tal, que la misma poesía puede tener distintas “lecturas”, porque intervienen distintas situaciones afectivas que se interponen determinando significados y sentidos. La atmósfera personal, el “campo afectivo” es determinante. Cómo hacer que la poesía hable por sí misma?, es esto posible?

Quizás el autor de la misma podría ofrecer un sentido, que no va a ser el único.

Lo mismo ocurre con un cuadro, cual es la lectura “correcta”?, existe tal lectura?

Invito al lector, en este sentido a incluir el misterio y la complejidad, porque junto a esto se inscribe la subjetividad, la esencia. Un lugar pleno de “vacío” y posibilidades.

Al tener tanta información disponible, en el seno de una sesión psicocorporal, existe la inevitable tendencia a “interpretar” los datos sensibles y pensar que porque un paciente está con los puños cerrados, por ejemplo, eso significa de manera unívoca, que es porque tiene bronca.

Se está proponiendo desde este escrito, la posibilidad de establecer la “dimensión significante” en el cuerpo, proponiendo preguntas al paciente, en detrimento de la dimensión de “otorgar significado unívoco” desde la mirada del terapeuta.

Lo importante es que la complejidad de la lectura corporal de ese mapa que se deja ver, ya que el paciente está expuesto, sea explorado por quien le pertenece dando expresión a su propia poesía.

En este sentido el espacio del terapeuta es un lugar “pleno de vacío”. Esto se podría ubicar en Gilles Deleuze desde la filosofía (“Lógica del sentido”), o en el Zen en el pensamiento oriental.

También, al Silencio Interno en la tradición Tolteca y practica chamánica del Méjico antiguo.

Una zona interior desde la cual percibir sincréticamente (lo que se supone que ejerce el bebé infante), con detenimiento de la eterna tendencia humana a interpretar toda la realidad acorde a patrones preestablecidos. Una zona desde la cual poder “ver” lo que sucede.

Esa percepción que observa todo y no observa nada, que enfoca y desenfoca, que observa el centro de las cosas y su periferia, lo denso y lo sutil, la materialidad y la inmaterialidad, lo lleno y lo vacío, lo corporal y lo “incorporal” (Deleuze), que mira todo y no mira nada..

Entonces se va a disponer de distintos niveles de lectura energética pasando por la distribución de la carga muscular y huesos, la modalidad respiratoria (observando la onda respiratoria), cualidad de contacto con el mundo (ojos, pies, manos) y también los movimientos y los gestos, por un lado. 

Por otro lado, se puede explorar lo que sucede en la “atmósfera” que rodea ese cuerpo, el ánimo.

Y siguiendo por este camino se adentraría en la exploración del vínculo entrando en los espinosos y complejos senderos de la transferencia y contratransferencia y de la atmósfera o campo total del ambiente que incluye observador y observado, lectura vincular.

La “lectura vincular” significa dar espacio para que el paciente contacte qué es lo que está aconteciendo en su cuerpo y en sus sentimientos cuando se encuentra en el campo vincular con el terapeuta. Del lado del terapeuta significa que él o ella pueda tener registro de lo que le sucede con ese paciente en particular en un momento específico.

La lectura vincular es de suma importancia cuando se trabaja en los daños relacionales del desarrollo temprano, ya que es en el seno de la relación terapéutica en donde el paciente va a poder experimentar una relación sanadora en el punto donde el terapeuta entonado va a dar respuesta empática, no reactiva, a las demandas y exigencias arcaicas del paciente. 

Retomando el tema de la lectura corporal, es destacable señalar que la primera lectura del cuerpo ha de ser personal, cuidando de ese modo no caer en la violencia interpretativa del lado del terapeuta.

En Biosíntesis hablamos de “movimientos regulatorios” todo el tiempo.

Esto, qué significa? Que primero se necesita, en el seno de una sesión, que la persona tome contacto y registro consigo misma, y a partir de esa lectura ejecute los movimientos o cambios posturales necesarios y funcionales a esa lectura.

El propio registro de los hombros tensos, por ejemplo, llevan a una persona a establecer una nueva conexión con su cuerpo al movilizar los hombros. 

Y así siguiendo, esos movimientos quizás le hablen de su necesidad, sea de apartar alguna cosa de su vida, sea buscar contacto, etc.

El terapeuta, con sus preguntas acerca del cuerpo y lo que le sucede al paciente va habilitando la aparición de distintos planos que emergen desde el cuerpo del paciente, sea un registro de sensaciones hacia otro tipo de registros más emotivos o de sentimientos que a su vez al complejizarse, llevarán al paciente a habitar con todo su cuerpo el espacio vital en la dirección que está necesitando en un momento específico de su proceso vital. 

En la visión de Reich, la lectura corporal fue hecha en relación a cada segmento corporal en particular. Esos segmentos (son siete: ocular, oral, cuello, tórax, diafragmático, abdominal, pelviano) fueron descubiertos a partir de la experiencia clínica. Además, él hacía una lectura de la totalidad del paciente en su conjunto, qué es lo que está expresando la actitud corporal general de una persona (“zorro astuto”, “soldado prepotente”, “orador sumiso”, etc.)

Siguiendo ese hilo de entendimiento acerca la coraza, Boadella privilegió en su lectura “el modo en que la historia embriológica se expresa en el cuerpo adulto”. En cómo los tres reinos embrionarios se desarrollan en el cuerpo y cómo se vinculan a través de “puentes”, o se desconectan a través de bloqueos (leer cap. 5 del libro “Corrientes de vida”).

Tenemos entonces las tres conexiones: cabeza-columna (conexión ectodermo-mesodermo), cabeza-vísceras (ectodermo-endodermo) y columna-vísceras (mesodermo-endodermo).

Y sus tres bloqueos: las tensiones en la garganta y la nuca dividen la cabeza del pecho, y la tensión en el diafragma divide el pecho del abdomen.

Prestarle atención al bloqueo de esos puentes permite acceder a la integración del ser en los niveles del pensar, sentir y hacer.

Este escrito pretende ubicar puntos básicos de entendimiento acerca de la Lectura Corporal, temática central y vasta dentro del campo de la psicocorporalidad.

En el artículo de Boadella “Flujos de la forma y posturas del alma” se puede seguir ampliando esta temática.

Lic. Gastón Rigo

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Dirección general: Lic. Gastón Rigo

Psicólogo UBA / Psicoterapeuta Corporal con Certificación Internacional

International Senior Trainer of Biosynthesis