La Biosíntesis como herramienta de transformación colectiva.

El objetivo de este escrito consiste en comunicar el potencial preventivo que adquirió la implementación de un dispositivo psicocorporal en un grupo determinado de mujeres. Para ello se describen las características y particularidades de la experiencia realizada en el año 2017, articulando l labor de dos instituciones: la organización política y territorial “La Colectiva” y la Escuela Argentina de Biosíntesis. Se entendió que el acceso a espacios que brinden recursos subjetivos constituye una forma de promoción de derechos humanos.

El trabajo conjunto que se inició por pedido de la Colectiva, consistió en que terapeutas formados en Biosíntesis se acercaran a trabajar psicocorporalmente con un grupo de mujeres que residían en uno delos barrios de González Catán, La Matanza (Pcia. de Buenos Aires).

La organización política y social “La Colectiva” es una agrupación conformada

por mujeres y personas LGBTIQ+ militantes de diferentes experiencias. Las diferentes actividades que

realizan son desde la perspectiva de género, LGBTIQ+ e interseccionalidad.

En el momento en el que se desarrolló este proyecto, “La Colectiva” contaba entre sus actividades

la coordinación y dictado de talleres de participación popular para diferentes grupos sociales. En ese

marco, la organización estaba acompañando a las mujeres del barrio en la formación de una consejería de

género que funcionaba semanalmente. Algunas de formaban parte del Programa Ellas Hacen, que

priorizaba en su ingreso a personas que habían atravesado o se encontraban en situaciones de violencia

por motivos de género o trata de personas. Al mismo tiempo buscaba que sus integrantes completaran la

escolaridad primaria o secundaria y en algunas localidades recibieran capacitación en diversas temáticas

ligadas a los derechos humanos.

La Escuela Argentina de Biosíntesis estaba constituída por un grupo de psicólogxs y profesionales

de otras disciplinas interesadxs en profundizar el estudio y promover la difusión de la Biosíntesis en

Argentina. Esta corriente psicoterapéutica fue creada en los años 70´s por David Boadella, psicólogo inglés y

se incluye dentro de lo que se llama Psicología somática de tradición neo-reichiana. Siguiendo los

lineamientos de W. Reich, entiende que las manifestaciones psíquicas definidas por el psicoanálisis se

encuentran determinadas y expresadas también en forma de contracciones en la musculatura y en las

vísceras. David Boadella entendió y conceptualizó la manera en la cual desde la gestación, el sujeto es

conformado interiorizando y expresando somáticamente los devenires y avatares de su desarrollo. El

abordaje que propone esta disciplina tiende a promover la articulación de las dimensiones del sentir, del

pensar y del hacer, con el objetivo de ganar fluidez y conciencia acerca de los propios estados y procesos

subjetivos. Es por ello que resulta pertinente como herramienta preventiva y de tratamiento.

La Biosíntesis es un abordaje psicoterapéutico, así como una matriz perceptiva de los procesos

subjetivos y vinculares. Puede ser ejercida tanto en el campo de la psicoterapia individual como aplicarse

con buenos resultados en espacios grupales.

Respecto de las mujeres que participaron en los talleres, algunas se encontraban atravesando

situaciones de violencia por motivos de género (ley 26.485, de Protección integral para prevenir, sancionar

y erradicar la violencia contra las mujeres). Todas pertenecían a sectores populares y vivían en el

conurbano bonaerense y sus edades se comprendían entre los 20 y los 50 años estando todas en actividad.

Por parte del grupo existía una demanda expresa acerca de la necesidad de algún espacio

terapéutico. La misma se encontraba insatisfecha dada la poca disponibilidad en los servicios de salud. Esta

se percibía aún más reducida si se trataba de encuadres no tradicionales, como la corriente terapéutica

aquí expuesta.

La demanda formulada por la organización incluía a su vez la necesidad de fortalecer los lazos

afectivos y solidarios entre las mujeres que se encontraban formando la consejería. El fin era que

funcionara como una red preventiva, entendida como aquel agrupamiento de personas o instituciones en

el cual sus miembros encuentran espacio y relaciones que les permiten desarrollarse individual y

colectivamente (Rovere, 2002). La consejería se estaba formando como un espacio de atención, formación

e intervención en el cual sus integrantes trabajaran de manera coordinada y coparticipativa en el abordaje

de diferentes situaciones de vulneración de derechos por motivos de género.

Vale destacar que la asistencia a los encuentros resultó variable, modificándose el grupo con el cual

se realizó la propuesta, ya que las mujeres se encontraban abocadas también a otras actividades propias de

su militancia, y por situaciones personales que les dificultaban la asistencia al espacio.

Los objetivos de los talleres consistieron en:

– Brindar acceso a un dispositivo terapéutico, entendiendo que estos espacios se encuentran

habitualmente inaccesibles a personas de sectores populares.

– Promover el contacto con las propias sensaciones corporales, entendidas en términos de

circulación de energía.

– Favorecer el registro de sensaciones placenteras y de disfrute. Por eso se convocó a profesionales

que tuvieran un enfoque psicocorporal.

– Fortalecer los lazos solidarios y amorosos entre las mujeres. Dado que el pedido inicial expresado

en la convocatoria consistía en el abordaje de situaciones grupales de tensión y vínculos

problemáticos o competitivos entre ellas.

La modalidad de trabajo consistió en cuatro encuentros de frecuencia semanal, de una hora de duración,

realizados en el patio de un club de barrio, habitualmente cedido para la actividad. Las propuestas elegidas

para cada encuentro estuvieron adaptadas a las condiciones del espacio y a la respuesta y preferencias del

grupo.

Primer encuentro:

Para iniciar el ciclo de encuentros, se contó con las licenciadas en psicología Marcela Molina y Paula

Giordano como coordinadoras de la actividad. El grupo estaba conformado por aproximadamente diez

mujeres, algunas con sus niñxs, quienes quedaron al cuidado de la Lic. Paula Sánchez, trabajadora social

que funcionó como nexo entre ambos espacios institucionales.

Como primera dinámica se propuso una breve presentación: cada asistente debía decir algo de sí misma y

de su expectativa respecto de lo que creía iba a suceder. Contaba para ello con el tiempo que demorara en

quitarle el papel a un caramelo. En las sucesivas alocuciones se expresaba un alto nivel de expectativa, que

excedía las posibilidades y los objetivos de la propuesta. Se demandaba la posibilidad de compartir

vivencias personales y de tener una escucha terapéutica. Por ello, la primera intervención fue darle un

encuadre a la actividad, indicando que se proponían cuatro encuentros de trabajo corporal cuyo objetivo

era que pudieran asociar las sensaciones corporales con algunas cuestiones que las atravesaban

emocionalmente, diferenciándolo en su extensión y alcance de un encuadre de terapia grupal.

A continuación, se propuso un caldeamiento que consistió en la realización de movimientos suaves,

rotación de articulaciones, observación del propio pulso respiratorio, etc. Luego se propuso elevar la

intensidad, armando un círculo entre todas y pisando fuerte mientras emitían sonidos con la voz. El trabajo

se expandió al punto de llegar a “correr” en el lugar emitiendo sonidos a viva voz, lo que redundó en

sensaciones de liberación y risas entre las participantes. Finalmente, de pie descansaron de a pares espalda

con espalda. Primero moviendo el cuerpo para realizar con ese contacto un mutuo masaje y luego

simplemente descansando. Finalizó el encuentro en ronda, tomadas de las manos, respirando el contacto

con las compañeras.

El clima general del encuentro fue de distensión e informalidad, con interrupciones y correcciones entre

ellas, algunos comentarios, el relato de cómo sentían el alivio en el movimiento, y de la descarga energética

potentizadora como una alternativa al llanto en momentos de angustia “hay algo para hacer con la angustia

además de llorar”. Se sugirió que podían tomar lo trabajado como una herramienta a utilizar en momentos

que se sintieran cansadas o tensas.

La conclusión de esta primera intervención fue que había sido gratamente aceptada por las participantes.

Al mismo tiempo, desde la coordinación del encuentro se confirmó la observación de que había relaciones

de competitividad o rivalidad entre ellas, al mismo tiempo que se mostraban solidarias y empáticas.

El segundo encuentro:

Se inició unos minutos más tarde del horario de la convocatoria, las mujeres, a diferencia del

primer día no estaban esperando a las coordinadoras sino que estaban abocadas a diferentes tareas, por lo

que hubo un primer momento de armar el grupo. Se observaron recepciones que mostraban cierta

resistencia (“hoy no me pidas que me mueva, estoy cansada”). También existieron comentarios positivos

respecto del encuentro anterior, lo bien que les había hecho, cómo las había relajado el movimiento, etc.

La asistencia había mermado, así como se presentaron mujeres que asistían por primera vez. A la pregunta

acerca de con qué se habían quedado o qué les había gustado de la experiencia de la semana anterior, la

afirmación unánime fue: “gritar”. De acuerdo con ello, se repitieron las propuestas brindadas, habilitando

al mismo tiempo espacio para participar observando, sentadas alrededor del espacio: “a veces necesitamos

a otra que grite por nosotras”. También se propuso una ronda de masajes, que fue recibida con alegría. La

relajación fue nuevamente de pie, espalda con espalda.

A pesar de las resistencias expresadas y de la variabilidad en la asistencia, se observó un efecto de

unificación grupal en los comentarios de las participantes, se concluyó en que el contacto físico y la

posibilidad de expresar colectivamente sentimientos individuales las habilitó a acercarse afectivamente a

las compañeras.

El tercer y cuarto encuentro:

La tercera jornada contó con una participación muy reducida, ya que muchas de las participantes

estaban abocadas a otra actividad. Resultó sin embargo muy enriquecedora, por lo cual se decidió repetir la

planificación en el último taller, al que asistieron otras mujeres. Es por ello que describe tercer y cuarto

encuentro como una unidad. Además del caldeamiento y el trabajo de descarga, que adrede replicaba los

ejercicios para que pudieran aprenderlos y realizarlos cuando quisieran o coordinadas por la trabajadora

social, se propuso como tema la autoafirmación. Se guió una dinámica en duplas, donde una participante

tomaba un rol activo (A) y su compañera acompañaba la experiencia (B). La compañera A pensaba algo a lo

que quisiera decir “NO” en su vida y debía al exhalar hacer un movimiento de rechazo hacia adelante con

los brazos y cuando brotara la palabra debía emitir el “NO”. En un segundo momento, se proponía que al

respirar evocaran una imagen (sentimiento, idea, proyecto, etc.) a la que quisieran decir “SI”. Al inspirar

decían, si les resultaba espontáneo, la palabra “Quiero”. Luego cambiaban roles.

Las experiencias fueron dispares en cuanto a implicación en la actividad y efectos. No obstante, el

factor común fue la buena predisposición y la rapidez con que todas ubicaron aquello a lo que querían decir

NO. Algunas nombraron jocosamente en voz alta “mi marido”, otras rechazaban el cansancio, otras no

compartieron pero se las notaba serias, concentradas. El rol B, sostener la experiencia de la compañera,

presentó mayor dificultad. Mirar a la cara, respirar, en algún caso fue necesario apoyo en la espalda, o una

palabra de parte de quien coordinaba para que pudieran hacerlo. Al final en muchas duplas hubo abrazos

de agradecimiento. En otras, la dinámica se realizó con una actitud de obediencia a la consigna, sin tanta

organicidad. Luego descansaron espalda con espalda. En el tercer encuentro, cuando se suponía que la

actividad había terminado, varias de ellas empezaron mientras conversaban a hacer movimientos

espontáneos con las piernas. Se propuso que se imitaran unas a otras, dejando que esa espontaneidad

circulara. Resulta fundamental desde la perspectiva de la terapia somática la capacidad de quien coordina

de dejarse impactar por lo que se desarrolla en el momento del encuentro o intervención terapéutica. En

este caso, se continuó trabajando con el emergente espontáneo, el movimiento de las piernas, con dos

intenciones: En primer lugar, exploratoria para cada concurrente de su propia necesidad de movimiento y

del estado anímico que se expresaba en él. Además, se fomentó la imitación como manera de armar un

campo común en relación con la energía del grupo. Ya que uno de los objetivos de la intervención consistía

en afianzar los lazos interpersonales, se trabajó permanentemente en fomentar la identificación entre sí de

las participantes.

Luego de finalizada la actividad, acontecieron conversaciones informales, donde las mujeres relataban

sentirse más afirmadas y en contacto con sus propias necesidades, tomando algunas de ellas impulso para

ejecutar decisiones importantes.

Conclusiones:

Esta experiencia se insertó en un proceso de trabajo que se encontraba ya iniciado y en

funcionamiento por Paula Sánchez, en el marco de los talleres de Género, desde una perspectiva de

fortalecimiento de derechos. Este es un dato fundamental para comprender el fuerte impacto que sólo

cuatro encuentros tuvieron, a pesar de ser dictados con irregularidad en la asistencia y en un espacio que a

priori resultaba poco propicio. Había un campo muy fértil en aquello que estas mujeres venían trabajando.

Al mismo tiempo, la confirmación de que el contacto con el cuerpo material, con las sensaciones, surte

rápidamente efectos en la conciencia de sí, y de la propia fuerza y afirmación. El trabajo propuesto resultó

una puntada que afirmó algo que ya se venía cosiendo entre ellas y de cada una consigo misma.

Lo mencionado sucedió en tanto el trabajo psicocorporal habilitó en algunas de estas mujeres la

posibilidad de establecer puentes: desde la sensación hacia la musculatura y desde allí hacia la palabra. Se

comenzó por los aspectos relativos a la musculatura, ya que se observó en la mayoría cuerpos que

aparecían como habituados a aguantar, sostener y soportar. También se registró una proporción menor de

casos de personas más hipotónicas, a quienes el contacto y el sostén de la compañera les brindaba alivio.

Predominaba en las participantes la necesidad de soltar el peso, de encontrar un espacio propio de

descanso, placer y derecho a la alegría. Algo que las mujeres de todas las clases sociales tienen más o

menos pendiente y que se profundiza en los sectores populares. Al cruzar las variables de género y clase las

desigualdades se potencian. Este soltar el peso, redunda en la emergencia de un valor coparticipable que

tiene que ver con el placer, el descanso y el registro de las propias sensaciones y de las sensaciones de las

compañeras.

También se puede adjudicar la importancia y rapidez del impacto positivo que se observó en estos

talleres a la grupalidad. La constitución de una Identidad Grupal fue uno de los objetivos del trabajo, que se

evalúa como cumplido. La posibilidad de coparticipar valores como la alegría y la potencia, repercutió en

una dinámica novedosa de unión y complicidad, como respuesta a los conflictos iniciales. En el transcurso

se observó cómo las críticas cruzadas, los comentarios negativos y el sarcasmo fueron dando paso entre

estas mujeres al buen humor y el apoyo recíproco.

En el último encuentro se concluyó entre todas que el espacio propio se inventa. No está dado ni

garantizado. La maternidad puede resultar una demanda que por momentos se percibe como infinita, la

relación con el varón, con la comunidad, la carga doméstica… Es decir, aquellos eventos basados en tareas

de cuidados que recaen mayoritariamente sobre las mujeres. Por ello se propuso como tarea generar

colectivamente espacios de alivio, de contacto con el placer, entendiendo la alegría como un derecho a

defender. En este sentido, la posibilidad del registro propio aparece como vehículo de una transformación

en toda esta comunidad de mujeres, afianzando lazos, promoviendo vínculos más solidarios y fortalecidos.

Referencias bibliográficas

Boadella, D. Corrientes de vida (1993) Ed. Paidós

Rovere, M. (2002): “Redes nómades, algunas reflexiones desde una práctica institucional” en Prevención en

Salud Mental. (Elsa Wolfberg. Compiladora). Buenos Aires, Argentina. Lugar Editorial.

Fernández Mouján, O. (2012) La creación como cura. Multi Ediciones (3ra edición) (Trabajo original

publicado en 1994)

Lic. Paula Giordano

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Psicólogo UBA / Psicoterapeuta Corporal con Certificación Internacional

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