Psicoteraperapia Corporal y Adicciones.

Años atrás –1999, Bioenergética y Adicciones- escribí un artículo que representó cinco años de experiencia previa en la clínica de las adicciones –especificamente, toxicodependencias-.

Hoy actualizo ese escrito enriquecido por la clínica, la vida y demás formaciones neoreichianas que junto con el Análisis Bioenergético han contribuido a ampliar el legado que nos ha dejado W.Reich complementando sus premisas básicas: Fundamentalmente la aproximación clínica psicocorporal desprendida del descubrimiento y consecuente conceptualización de la “Identidad funcional mente /cuerpo”.

Me refiero que junto al Análisis Bioenergético, la Biosíntesis y la Biodinámica son parte intrínseca de la exploración clínica de este escrito.

Uno de los puntos cruciales en el que hacen pie –raíz- estas líneas, tanto la Biosíntesis como la Biodinámica, es la dimensión del vínculo como parte crucial del proceso curativo.

El Análisis Bioenergético –cuestionándose a sí mismo desde algunos exponentes como Bob Lewis entre otros desde hace más de treinta años- ha arribado, al fin, a considerar también la dimensión del vínculo y con él la entrada a una clínica interactiva, a través de una mirada y un modelo del self. En esto se apoya tanto en la teoría de las relaciones objetales –Fairbairn, Gauntrip, Winnicott- como en los estudios del psicoanálisis vincular –Stern, Bowlby- y finalmente con un modelo propio –Guy Tonella- de la construcción del self en términos de psicocorporalidad.

Esta exploración relativamente nueva en el Análisis bioenergético, y desde sus inicios en la Biosíntesis y Biodinámica-años 70- se debe a nuevas comprensiones surgidas desde la clínica.

Desde el psicoanálisis freudiano hemos tendido a entender toda la clínica a la luz del complejo de edipo y el complejo de castración. Como si toda situación conflictiva, patógena, emergiese de temáticas basadas en tiempos –alrededor de los 3 años y medio a cuatro años- en el que el ser ya contaba con la organización de un desarrollo psicomotor global con el cual defenderse del peligro. Desarrollo que en paralelo le brinda una conciencia con la cual poder representar ese peligro y activar el “esfuerzo de desalojo de la representación inconciliable” –Freud- a través del acceso a la musculatura voluntaria. Construyendo de esa manera coraza –muscular y caracterial, Reich-.

La Psicoterapia Corporal –Análisis Bioenergético, Biosíntesis y Biodinámica- entiende que vivencias acontecidas anteriormente a la etapa correspondiente al complejo de Edipo – es decir elementos no verbales y preverbales- son determinantes en la construcción de la psicopatología. En tiempos de Freud o no había síntomas referidos a estos núcleos o simplemente no eran percibidos como tal y consecuentemente no fueron objeto de estudio en el psicoanálisis.

Los daños acontecidos en etapas primarias del desarrollo -previos a la representación verbal- causan un tipo específico de perturbación cercano al aniquilamiento y anulación del ser.

Hoy en día, psicólogos clínicos, enfrentamos de manera diaria este tipo de núcleos en nuestros pacientes. Dicho de otra manera, en concomitancia con la violencia creciente a nivel mundial –ya sea por distintos motivos y planos- nos encontramos con personas muy violentadas a niveles primarios de su desarrollo.

Seres que no han sido mínimamente entonados en sus necesidades, entendidos y empatizados en su “ser verdadero”- Winnicott-, en su subjetividad. Que no han tenido suficiente apoyo y vínculo asegurador. Que no han tenido suficientes experiencias de tranquilidad y placer combinados con juego. Que han heredado padres “capturados en sus propios ruidos”. Padres que no han estado desde el “silencio” en el sentido de no sobreinterpretar el acontecer anímico de sus hijos.

Por este motivo es que se llega a una comprensión más profunda clínica. Profunda en el sentido del desarrollo. Y se apela al vínculo como herramienta para alcanzar esos niveles de trabajo terapéutico. Ya que si es en el seno del vínculo que se crea psicopatología, es a partir del vínculo también que se posibilita la cocreación de estados más saludables a partir de los intercambios subjetivos entre paciente y terapeuta.

En este marco clínico y conceptual pienso hoy a los pacientes toxicodependientes.

Cualquier persona adicta –quien mantiene una relación de sometimiento y dependencia a un objeto- ha de tener ciertas carencias importantes en el proceso primario de su desarrollo.

En tanto “el objeto que les da consistencia como sujeto atraviesa el cuerpo de manera privilegiada”-G. Rigo, 1999- esto ha de significar que existe una búsqueda, al consumir ese objeto que proporcione algún tipo de función aseguradora en el terreno de la existencia básica. Y obviamente, se trata de una búsqueda mal conducida, patológica, perturbada.

En este plano básico, (etapa de apego, fusionada entre madre-bebé) la leche por ejemplo, atraviesa el cuerpo del bebé otorgándole consistencia, en la medida que existan intercambios afectivos con la madre. El bebé internaliza a la madre a través de la leche, a través de todos lo intercambios tónicos, sensoriales que van a construir a la larga el sentimiento de existir en un continuum existencial.

Es como si hubiese en el adicto un intento permanente y fallido a la vez de internalizar un objeto que promueva seguridad.

El intento es permanente –por compulsión a la repetición- en el deseo de inscribir en su cuerpo al objeto asegurador. Y fallido porque el objeto droga –tratado como persona- no cumple con las características humanizantes. Queda fijado entonces a una relación de sometimiento y dependencia al objeto.

De lo dicho se desprende que al no haber un ser discriminado en términos de autonomía, ya que el adicto existe en la medida en que consume –y el consumo insiste!- el terreno de la expresividad emocional no encuentra límites precisos. La vida emocional transcurre en un escenario en el cual “el río desborda de sus márgenes”. Las corrientes energéticas emocionales superan las barreras del psiquismo para ser contenidas. Sabemos por la clínica psicocorporal que dichas barreras son construcciones psicocorporales: basadas en un tono muscular adecuado y una estructura ósea –de huesos- organizada. Incluido una respiración profunda –no torácica-. Esta es una construcción psicocorporal alcanzada y basada, repito, en los intercambios intersubjetivos con las figuras parentales durante los períodos tempranos de la vida. Yafianzados durante la adolescencia. Estos intercambios intersubjetivos promueven la regulación de los estados de excitación hipotónicos e hipertónicos naturales que trae el ser en desarrollo –bipolaridad sana, espontánea del bebé-. Luego de este alcance, y con el tiempo, sobreviene en el ser la capacidad de autoregulación de sus estados de excitación.

Al no estar desarrollada esta capacidad el adicto, no consiguiendo regular sus estados de excitación, cae en un objeto que promete hacerlo: o bien excitarlo –cocaíana por ej.- o bien relajarlo – marihuana, por ej.- Y de esta manera suplir con ese objeto a las figuras parentales que no promovieron el desarrollo de esa función en el seno de la interacción afectiva ya que ellos mismos estaban capturados en sus propios núcleos desregulados a la hora de paternar y maternar.

Es el “acting out” y el “pasaje al acto”: las emociones y sentimientos al fin no regulados y/o elaborados y transformados en representaciones coherentes para el ser, que por consiguiente no derivan en acciones específicas dirigidas a satisfacer las necesidades que dichos sentimientos promueven caen en el terreno de ser “actuados”. Y a veces tienen una connotación totalmente desorganizada y disruptiva para el ser en términos de su sentimiento de continuidad –pasaje al acto- ,y otras veces está inconcientemente dirigido a un otro –“acting-out”-.

Este es el caso de un paciente Pedro Yelmo –por la aspiradora!- que llega a consulta preocupado por su adicción a la cocaína. Consumía esta droga via inhalación desde hacía 15 años, él tiene alrededor de 34.

Su “preocupación” nombra su egodistonía con respecto a su demanda de tratamiento. Lo cual habla de un buen pronóstico (en general el adicto grave se encuentra en egosintonía con el consumo y al estar identificado con su problema es alguien de su entorno afectivo inmediato –portando la angustia que el adicto no puede sentir- quien establece la consulta profesional, siendo portador a la vez de una pregunta que movilice el tratamiento).

El curso del tratamiento está basado en intervenciones psicocorporales y vinculares que apuntan a construir un cuerpo que contenga y conecte sensaciones, a través de experiencias intersubjetivas de contacto ocular como así también experiencias que promuevan registros interoceptivos y propioceptivos –provenientes de las visceras y los músculos-. La consecuencia de estos procedimientos fueron la apertura de la respiración y junto a ella, la entrada a un enraizamiento “endodérmico”- D. Boadella- a través del tubo respiratorio que le permite el acceso a nuevas dimensiones de su ser en términos de sentirse centrado y confirmado en su existencia somática. Luego de lo cual es posible pensar y elaborar sus situaciones vitales que lo llevan al consumo en su actualidad.

Durante este tiempo de tratamiento aparece lo que se encontraba latente en su demanda de tratamiento: el abandono hacia su persona de su pareja, la madre de su hijo. Esa separación concretada hacía un año había reactivado en él un consumo que hasta el momento venía “manejando”. Este “darse cuenta”-F.Perls- surgió durante el transcurso del análisis y se configuró como el núcleo energético de su desorganización narcísica.

Le era absolutamente inconciliable este abandono concretado por su pareja. Los sentimientos que le promovían esta situación los venía “congelando”-disociando- con la cocaína. Sentimientos profundos de abandono y soledad infinitos.

Sus madre aparece en el material, también adicta al tabaco y al alcohol tanto como su padre. Él recuerda tener siempre “altas” conversaciones con sus padres, quienes ambos dos son exitosos profesionales intelectuales. Su mundo era entendido en términos intelectuales, siempre. Él desarrolló de esa manera una gran “astucia” intelectual para poder insertarse al mundo de sus padres.

Haciendo un poco de historia podemos observar como estos padres, adictos a su vez por sus carencias no resueltas, produjeron un espacio intersubjetivo basado en “ser inteligente” no pudiendo quizás establecer diálogos tónicos que permitiesen construir en Pedro Yelmo una capacidad autoreguladora de sus estados emocionales.

Como padre e hijo trabajan juntos en la empresa familiar, el padre sólo puede ejercer su función a través de la ley que le otorga la función de la empresa:ser jefe de su hijo. Este mismo ser, el padre, en su casa toma por almuerzo una botella de vino y es incapaz de sostener una conversación “entonada” con la situación actual de su hijo: ya sea el tema de su separación o meramente el hecho de estar haciendo un tratamiento para dejar las drogas.

Lejos de culpabilizar al padre podemos preguntarnos qué tipo de ley ejerce un padre que ejerce su función solo amparado en un cargo empresarial.

Finalmente quiero ubicar un momento clínico para pensar este tipo de clínica y que abre claramente la dirección de la cura de este como de otros casos similares.

Un día me llama totalmente desbordado. Llamado que en sí mismo indica la configuración con mi persona de un vínculo terapéutico basado en afectos reales. Ese día no sabía lo que estaba aconteciendo en su ser. Simplemente lloraba como no había llorado nunca en su vida. Simplemente eso. Habia contactado finalmente la tristeza que le abría su separación. Como nunca lo había sentido tenía un sentimiento confuso, desbordante. Veía como se abría una pérdida en su vida, la podía sentir. Y por sobre todo la podía compartir conmigo y con una hermana. No sólo la dimensión energética poderosa de la emoción y su expresión es lo que nos interesa –al estilo de la bioenergética clásica- sino también y más aún el poder compartirlo en el seno de un vínculo de confianza que inscribe en ese momento la posibilidad de representar y no “actuar” su sentir. Inaugura un nuevo momento subjetivo –cambio de posición subjetiva?- que sumado a otros micromomentos de expresión y vínculo van a configurar en su ser una nueva posibilidad de estar en el mundo. Sintiendo la emoción, conteniendola, compartiendola y comenzando a poder ubicar acciones sobre el medio que tengan que ver con lo que abre ese sentimiento. En este caso poder buscar contactos íntimos con personas y no con drogas. Que la intimidad esté con la persona y no con la droga. Finalmente poder llegar a un campo humanizante en su vida.

Lic. Gastón Rigo

Psicólogo U.B.A

Psicoterapeuta Corporal con formación internacional en:

Análisis Bioenergético-Biosíntesis- Biodinámica

Referencias Bibliográficas:

-S. Freud: “El malestar en la cultura”, “Recordar, repetir, reelaborar”

-Wilhem Reich: “Análisis del Carácter”

-David Boadella: “Corrientes de Vida”

-Gerda Boyensen: “Entre Psique y Soma”

-Alexander Lowen: “Miedo a la Vida”

-D. Winicott: “Proceso Madurativo del niño”

-John Bowlby: “Una base segura”

-Stern: “El mundo interpersonal del infante”

-Guy Tonella: “El sí mismo interactivo”

-Robert Lewis: “Bases psicosomáticas del desarrollo del yo temprano”

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Dirección general: Lic. Gastón Rigo

Psicólogo UBA / Psicoterapeuta Corporal con Certificación Internacional

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