Transferencia, Resonancia e Interferencia (1981)

Por David Boadella

Traducción desde su original en inglés  por Celeste Bucatinsky y Yamila Turbay

David Boadella fue director de la escuela primaria de Abbotsbury desde 1963. En 1970 fundó la revista Energía y Carácter. Trabaja como terapeuta y coordinador de grupos en muchos centros alrededor del mundo. Nació en 1931 y está casado con la poetisa Elsa Kornbluth. Tiene un hijo de 21 años y una hija de 18 que falleció en un trágico incendio en el Albergue de Mujeres en Kilburn, Londres, en 1980.

Resumen 

Este artículo proviene originalmente de una charla brindada en el Centro Gerda Boyensen en mayo de 1981. Abarca varios aspectos sobre la transferencia y contratransferencia en relación a las personalidades del cliente y terapeuta.

Estableciendo vínculos (Bonding)  

Si las necesidades emocionales del niño se encuentran con una respuesta emocional contradictoria por parte de la madre o el padre, estamos entonces frente a un patrón de interferencia. Mientras que, por otro lado, una crianza saludable, no neurótica, es esencialmente un patrón de resonancia. Transferencia y contratransferencia, del modo que se presentan, son también patrones de interferencia: dan cuenta de que algo está ocurriendo entre el cliente y el terapeuta, entre quien ayuda y es ayudado; hay un patrón o “algo” en el campo que está perturbando el contacto. Si es perturbado por parte del cliente, se denomina transferencia. Si es perturbado por parte del terapeuta se denomina contratransferencia.

Ahora bien, la esencia de la transferencia es que esa perturbación refleja la historia de los patrones tempranos de interferencia. En otras palabras, los mismos patrones de interferencia se proyectan en una nueva relación, perturbándola. La diferencia es que un patrón de interferencia en terapia se vuelve un foco de consciencia y, si el terapeuta trabaja con la transferencia, utilizará ese patrón para conocer algo acerca de lo que está interfiriendo. Si tratara de conocer algo acerca de lo que interfiere en sí mismo, estaría trabajando entonces con su propia contratransferencia, para poder ir más allá de ella. Si intentara conocer acerca de lo que interfiere en el cliente -y éste también intentara comprenderlo- estaría trabajando con la transferencia y yendo más allá de ella. Ir más allá conduce a un patrón de resonancia. 

Lo que torna complicado el asunto es que en el contacto entre cliente y terapeuta ocurren ambas a la vez. Existen patrones de interferencia forcejeando con patrones de resonancia. La resonancia está tratando de liberarse a sí misma de la interferencia, como cuando se sintoniza una radio: si no encontramos la sintonía justa, escuchamos mitad el programa que queremos escuchar y otra mitad de programas que no queremos escuchar. Nosotros estamos tratando de sintonizar para obtener una señal más clara. Esto es deshacerse de la interferencia. 

Me gustaría decir que otro modo de traducir “patrón de resonancia” sería hablar de establecer vínculos (bonding); vínculo entre el niño y su madre, o entre dos adultos trabajando juntos para resolver un problema, una dificultad. Cuando hablamos de “patrones de interferencia” estamos hablando de disturbios en el vínculo, bloqueos en el vínculo o pseudo vínculos. Ahora quisiera prestarle atención a algunos de estos disturbios y patrones con mayor detalle. 

Apego y desapego

Hay dos extremos en lo que se refiere a los disturbios de la resonancia y me gustaría focalizar en ellos, porque si los extremos están claros es más sencillo tener claridad acerca de algunos de los estados intermedios. Los extremos son sobre-apego, y sobre-desapego. Sobre-desapego es la clásica situación de algunas de las primeras terapias analíticas en las cuales el terapeuta se vuelve demasiado profesional, midiendo la distancia entre él y el cliente: “Bueno, si estamos sentados demasiado cerca, esto se tornará muy comprometido, voy a buscar la distancia correcta”.

Freud solía sentarse detrás de las personas de modo tal que no podían verlo. Una de las razones que ha sido propuesta para explicar esto fue que se sentía un poco avergonzado al mirar a las personas a los ojos. Entonces el psicoanálisis se trataba de hablarle a una oreja, era una relación de ese estilo y, de alguna manera, era parte de la distancia. En la psiquiatría y en la tradición médica en particular, nos encontramos con un gran énfasis en mantener la distancia, mantenernos clínicos. Muchas personas han escrito investigaciones enteras sobre esto. Sobre cómo los doctores usan un lenguaje deshumanizado por miedo a volverse demasiado humanos.

Otra cuestión que surge a partir de esto es un área entera que Reich agarró por las astas, que tiene que ver con el toque. Tradicionalmente los doctores solo tocaban el cuerpo clínicamente y las personas que observaban la mente y las emociones no lo tocaban en absoluto. Esto era parte de la distancia. Entonces hay una especie de tabú del toque implícito en los tipos de interferencia sobre-desapegados, sobre-clínicos, sobre-profesionales, que realmente interfieren en la confianza de los pacientes. Nadie le va a abrir su corazón a la oreja de alguien que está sentado ahí, como un grabador. 

El otro extremo es el sobre-apego, donde terapeuta y cliente se encuentran de algún modo entretejidos en una especie de simbiosis: el terapeuta se siente absorbido por las necesidades del cliente y comienza a sentirse amenazado por él, sin poder salir. Estamos frente a un tipo de relación entre alguien que absorbe y alguien que es absorbido.

Podemos mirar estos dos extremos como la oscilación esquizoide-histérica de la que habla Frank Lake(1). Por un lado la posición esquizoide, “mantenga su distancia”, por el otro la posición histérica, “mantengámonos cerca”. Estamos hablando entonces de sobre-acercamiento, falta de formación de límites. Voy a sugerir luego -o, si no lo sugiero, es ciertamente algo para ser sugerido- que los diferentes tipos de carácter van a estar tendientes a alguno de estos dos extremos. Algunas personas van a gravitar sobre uno, algunas personas van a gravitar sobre otro. Ambos, por favor recuerden, son según mi punto de vista, interferencias en el vínculo real (real bonding).

Ahora, en algún otro lugar -no es realmente en el medio, porque no es un tipo de compromiso entre ambos- pero en algún otro lugar, alguno que no proviene de la interferencia, existe una relación entre quien ayuda y quien es ayudado que no teme al contacto profundo. No se queda escuchando en un rol sobre-clínico, sobre-desapegado y manteniendo distancia emocional. Entonces puede proveer contacto profundo, pero también mantener límites claros para no quedar inundado por las necesidades del cliente. Frank Lake habla mucho sobre cómo las personas histéricas, a raíz de su necesidad de “colgarse”, pueden “comerse” a determinados tipos de terapeutas. Se los comen emocionalmente. El tipo de terapeuta que llega a la situación en la cual tiene a alguien llamándolo por teléfono alrededor de ocho veces en una noche, siente que su rol de ayudador requiere consentir las necesidades del cliente, y en algún lugar la compasión se vuelve confusión. Y termina sin ser de ayuda. 

Entonces lo que sugiero es que tenemos sobre-desapego y sobre-apego como dos extremos dentro del área de la transferencia y contratransferencia. El terapeuta necesita la habilidad de hacer contacto y también la de retirarse sobre sí mismo. Perls habla mucho acerca del ritmo entre contacto y retirada, lo que en Reich es la “pulsación”: hacia el mundo, hacia sí mismo. Esta habilidad de ser uno mismo y también salir y ser con otras personas en un modo real, para luego volver y alcanzar la propia vida, es, diría, esencial para ayudar a ese proceso de resonancia y sacarlo fuera de la interferencia.

Máscara, sombra y self

Otro modo de mirar la transferencia y la contratransferencia es en los términos de las tres capas existenciales de Reich, acerca de las cuales solo voy a decir algunas cosas. Reich habló sobre esto, pero no en términos de transferencia: solamente habló de ellas como las tres capas del carácter. La capa superior es la máscara, la defensa del carácter; la segunda capa reúne lo destructivo, está llena de confusión, tensión, ansiedad, estrés (está relacionada con el concepto junguiano de sombra); y la capa primaria, la capa del núcleo, aquella que expresa el verdadero self. Ustedes deben estar probablemente familiarizados con la idea básica de que las necesidades del núcleo son reprimidas en la infancia. Hay una rebelión frente a esto, e intentan salir a pesar de todo. La rebelión es reprimida también y terminamos con algún tipo de patrón de carácter que de algún modo se asienta sobre las otras dos capas. 

Voy a sugerir que las dos capas superiores están implicadas en la transferencia y que la tercera capa necesita ser contactada para establecer el patrón de resonancia, para ir más allá de la transferencia, a una relación real. Uno puede mirar todo el proceso terapéutico (y el proceso previo a este) en términos de relación, esto me hace mucho sentido. Es efectivamente tomar el modelo de Reich de las tres capas y aplicarlo relacionalmente, entonces tenemos dos personas en vez de una. 

Podemos pensar en dos personas y en qué capa, en cada persona, se está relacionando. Por ejemplo, si el núcleo del cliente se está relacionando con la máscara del terapeuta, no se llegará muy lejos en lo que tiene que ver con la confianza. Si el núcleo del cliente se relaciona con la capa secundaria del terapeuta, quedará desgarrado en pedazos. Entonces el núcleo del cliente puede de hecho crecer cuando el núcleo del terapeuta va al encuentro de él. Alternativamente, si el núcleo del terapeuta se encuentra solamente con la máscara del cliente, este se irá sin ningún cambio profundo. Si el núcleo del terapeuta choca y no puede ir más allá de la capa secundaria del cliente, va a pronunciar la clásica frase: “¿Por qué quedo vaciado por mis clientes? ¿Por qué es tan cansador, que vuelvo a casa sintiendo que no tengo energía sobre el final del día?”. Esto es un resultado directo de la resonancia, el amor, la calidez saliendo y enfriándose con la capa secundaria del cliente sin poder atravesarla. Si tenemos un máscara-con-máscara, capa superior con capa superior, estamos frente a un bla bla bla social. Capa secundaria con capa secundaria, tenemos un sucio grupo de encuentro ( hay un artículo sobre esto en Energía y Carácter (2), acerca de las malas relaciones transferenciales en modalidades grupales).

Entonces, si las dos capas superiores en cada persona están expresando transferencia, la capa del fondo expresa resonancia. Podemos ir un paso más allá y decir que la capa superior expresa transferencia positiva y la capa secundaria expresa transferencia negativa. Cada vez que digo transferencia, lo que digo aplica para la contratransferencia también. Es un modelo diádico entre dos personas. Vamos a mirar la naturaleza de estas tres capas en cada persona -terapeuta y cliente- primero en términos generales, luego mirando una o dos cuestiones clave, y luego trataremos de llevar esto un poquito más lejos.

Transacción

Ahora bien, la transferencia positiva en el cliente es una reacción que, según Reich, es esencial trascender. Si nos anclamos ahí, nos anclamos en la superficie. Está construida alrededor de lo que W. R. Bion llama “ideal mesiánico”. Bion es un psicólogo que escribió mucho sobre la transferencia grupal(3). Dice que hay tres tipos básicos de patología grupal: a uno lo llama ideal mesiánico; a otro grupo de lucha y fuga; y al otro, grupo de dependencia. Todas pueden ocurrir en un mismo grupo al mismo tiempo.

Si aplicamos esto en un vínculo entre dos personas, la dependencia se construye al comienzo de la relación terapéutica, pero el terapeuta está designado a ayudar a que crezca la independencia. La respuesta de lucha/fuga la voy a dejar para después. El ideal mesiánico es la situación en la cual, de algún modo, la terapia nos va a salvar de los problemas, mágicamente, en vez de ser un arduo trabajo. “Ahora voy a ir a un gran terapeuta, que se entrenó con Reich: él realmente debe tener las respuestas. Yo solamente voy a ir y él me sacará la coraza. Voy a mejorar y voy a tener grandes orgasmos también”. Este es el ideal mesiánico. Pero la vida no es tan simple. 

Lowen dice algunas cosas muy lindas acerca de la psicopatía. Él sostiene que la esencia de la psicopatía es que se hace una promesa que quizás no sea posible cumplir. Dice al final de su artículo(4): “La Bioenergética no hace promesas. Trata sinceramente de ayudarnos y trabajar con nosotros a resolver problemas”. Y luego: “Espero que esto sea verdad sobre la Bioenergética”. Me gusta esa afirmación. No dice que no prometemos nada, dice que tratamos de no prometer nada. También está diciendo que hacer promesas que no podremos cumplir, tiene algo que ver con la propia omnipotencia: “Soy mejor que usted, lo tengo claro y se lo puedo dar. Usted no lo tiene y lo puede tomar de mí”.

Ahora, el cliente intenta poner al terapeuta en ese rol. Si el terapeuta se pone a sí mismo en ese lugar, entonces tenemos la co-creación de una brecha. Tarde o temprano habrá desilusión. El número de personas mágicas que pueden solucionar problemas de este modo es pequeño. Son casos aislados. Puede ser que incluso estos casos aislados no puedan hacerlo, pero las personas tienen la ilusión de que pueden.

Al fin y al cabo, Reich dice que hay dos animales en un cuarto: eso es la terapia. Hay dos animales en un cuarto. Dos sistemas de energía. No tenemos un mandamás o un jefe de un lado y una pequeña, débil e indefensa cosa del otro. Esa no es la realidad. Jan Foudraine dice al final de su libro “Not made of wood”(5) que un paciente psicótico le dijo: “Mire, doctor, la mejor manera de que usted ayude a una persona que está tan mezclada como yo es: déjeme la mayor parte a mí, mantenga su distancia y no se acerque demasiado”. Todo el énfasis del trabajo de Gerda es parte de ese “déjemelo a mí”. Al mismo tiempo, un laingniano dijo: “Dos cabezas son mejores que una”. Y a veces dos cuerpos son mejores que uno, en los términos de conseguir un movimiento terapéutico. Entonces volvemos a los dos animales en la habitación.

La esencia de la situación de transferencia positiva es “el pegoteo”. Tengo un nuevo artículo escrito sobre grupos llamado “Cemento psíquico”(6). Es un tipo de cemento psíquico que se construye dentro de esa transferencia positiva, el cual es realmente adictivo.

Ahora, veamos la contratransferencia positiva, el lado del terapeuta: “Sos alguien que yo necesito para satisfacer mi urgencia de ayudar. Necesito que des sentido a mi rol. También necesito hacerlo para vos, para ejercitar mis habilidades”. Todo el proceso en el cual el terapeuta interviene demasiado o hace demasiado -desarrollando su habilidad y por lo tanto avasallando, no confiando en las propias respuestas del cliente- es también parte del lado contratransferencial.

Más allá de la transferencia positiva, yace la transferencia negativa que reza: “No confío en usted, usted no se las sabe todas. Quizás sería mejor que vaya con otro terapeuta. Yo lo critico. No me gusta el modo en el que habla. Usted es demasiado frío. ¿Cómo es que no me hace más preguntas? ¿Cómo es que me hace tantas preguntas?”. Es como una carga, un criticismo que dice: “Usted no está bien. Usted interfiere. O interfiere demasiado o interfiere pasivamente haciendo demasiado poco”.

Bueno, por supuesto que el terapeuta puede criticar también. Puede criticar ofendiendo al cliente. Puede criticar despedazando la coraza de carácter, siendo demasiado asertivo. Reich descubrió una herramienta muy poderosa al trabajar el carácter: la imitación. Imitar es un arma de doble filo. Puede ser usada de un modo muy útil, como un espejo que permite al otro verse como es visto desde afuera, porque solamente se conoce desde el interior. También puede ser usada como una de las ofensas más poderosas que existen. A veces yo uso algo que está muy cerca de ser una burla y también es un arma de doble filo. Burlarse puede ser un modo de llevar a la persona a que se tome un poquito menos en serio, de comenzar a hacer un poquito de espacio entre sí misma y su imagen de sí misma, de aflojarse un poco. Pero si estamos frente a una persona que fue burlada cuando era niña, entonces puede salir el tiro por la culata. En otras palabras, es un proceso que debe ser usado de un modo delicado, de otra manera puede ser sentido como una crítica destructiva o una ofensa –incluso si esa no es la intención.

En el tercer nivel se está por fuera de las complicaciones de la transferencia, ingresando en un relacionamiento real. Bueno, si han leído a Martin Buber(7) acerca de la relación yo-y-tu (I-and-thou relationship), con lo que realmente estamos lidiando es con el amor. Estamos lidiando con la comunicación corazón a corazón entre dos personas comenzando a dar un paso afuera de la confusión, de la desconfianza. La mejor definición que conozco del amor –hasta el momento- es una que fue dada por dos psicólogos llamados Russell y Russell en un libro cuyo nombre suena un poco académico: “Comportamiento humano”(8). Allí plantean este enunciado: “Amor es promover la exploración de alguien más”. Es una magnífica definición para el amor terapéutico. El amor es promover, desarrollar. Es evidente cuando se ve a alguien promoviendo y cultivando la exploración de otro. “Exploración” literalmente significa “brotar”. La exploración es realmente la ameba extendiendo sus seudópodos. Entonces todo el proceso de mover a una persona desde la ansiedad hacia el placer, desde la contracción hacia la expansión, desde la confusión hacia la claridad, desde la interferencia hacia la resonancia, es una exploración.

Sexualidad y transferencia

Ahora miremos dos o tres cosas como la sexualidad, la agresión y el miedo en términos de transferencia y luego tratemos de usar el esquema que coloqué para mirar algunos de los temas que aparecen. Veamos si podemos clarificar un poco. La esencia de la transferencia positiva es: “Gano tu atención siendo sexual”; especialmente con las personas histéricas. “Bríndeme satisfacción, así no siento mi carencia”. Lo que está bloqueado allí es la fuente de satisfacción, que en las personas histéricas es necesario que se vuelva más interna. La esencia del patrón histérico es: “Me abalanzo hacia usted para satisfacer mis necesidades y eso resuelve mi problema”. El problema real acerca del proceso del apego histérico es que esas personas necesitan pasar más tiempo solas, más tiempo haciendo lo que Ann Parks solía llamar “autonutrición”. Necesitan desarrollar un centro y no encontrar un centro en alguien más. El patrón sexual histérico es apresurarse a encontrar su centro a través del contacto sexual con alguien más. De modo que es realmente una actuación de un patrón.

Mi imagen del patrón negativo en la sexualidad es que esta respuesta está reprimida y proyectada en el terapeuta. “Oh, ¿usted está interesado en mí de un modo sexual? Entonces yo no confío. Lo veo en sus ojos”. Hay una expectativa sexual puesta en el terapeuta, proyectada en él. El cliente se defiende de ella, arruina el contacto en términos de resistencia y lo justifica en términos sexuales. Las histéricas necesitan separarse física y sexualmente. Necesitan aprender que no tienen que acostarse con alguien porque ese alguien las toque; que si alguien pone una mano en su cabeza, esto no significa un avance sexual; que si alguien las mira cálidamente, la situación no tiene que terminar en la cama. Su experiencia como niña muchas veces ha sido: “Si me muestro viva, mi padre se va a excitar. Y eso es peligroso. Voy a lidiar con esto no mostrándome viva. Me voy a deprimir -eso es más seguro-”. Lo que ella necesita aprender mientras vamos saliendo del patrón de interferencia hacia una conexión más clara, es que si alguien se excita o no, no es problema de ella; que no tiene que apagar su sexualidad con el fin de detener un avance sexual. En este sentido su sexualidad es de ella, no es de alguien más. Pongámoslo de un modo no tan específico. Ella no tiene que apagar su fuerza vital para controlar una situación sexual entre dos personas.

En la primera situación, sobresexualizada por el cliente, los límites se vuelven demasiado difusos. En la segunda situación, en la que el cliente se congela a sí mismo para prevenir que cualquier cosa demasiado sexual pueda pasar, los límites están demasiado cerrados.

Ahora miremos el lado contratransferencial de todo esto. La contratransferencia positiva es el terapeuta usando la sesión para su ventaja sexual, pero vistiéndola como si fuese la ventaja del cliente. Esto puede llevar a cosas extraordinarias. Les cuento de un grupo, por ejemplo, del cual supe hace dos días atrás. Una mujer habla sobre su miedo: “Una de las cosas que más temo es ser violada”. El líder del grupo dice entonces: “Ok, armemos una situación en la cual puedas confrontar con tu miedo. Armemos una situación en la que seas violada”. ¿De quién es la necesidad de montar algo así? Esta es una ilustración cruda, contundente, acerca de lo que estoy planteando. ¿Va a resolver esto su miedo? ¿O está tramitando algo del líder o de alguien más del grupo? La esencia de esta situación es presentar algo negativo como si fuese positivo.

La contratransferencia negativa del lado del terapeuta es una imagen especular de la negativa del lado del cliente. Es un miedo a la sexualidad del cliente que hace que se congele a sí mismo en un rol sobreprofesional por temor a ser seducido.

Agresión y transferencia

La transferencia positiva no muestra ninguna agresión. Esta transferencia, por parte del cliente, dice: “¿Por qué debería criticarlo? Solamente lo admiro. Usted es bárbaro. Realmente me está ayudando”. Reich solía decirle a las personas: “Describan a quién ven enfrente de ustedes. Díganme a quién ven. ¿Qué tipo de persona soy?”. Muy tempranamente intentaba obtener un feedback. Diría cosas como “Bueno, ¿cuáles son las partes de mí que no le gustan?” e iría en busca de las críticas, en busca de la transferencia negativa latente. Hay un capítulo entero en “Análisis del carácter”(9) llamado ´The latent negative transference´.[1]  

Por supuesto, en el trabajo corporal podemos ver la transferencia negativa latente. Se manifiesta cuando las personas patean o gritan su furia. Es mucho más fácil en estos días estar familiarizado con el hecho de que las personas sienten rabia.

Aprendí mucho trabajando con un terapeuta que no podía escuchar mis críticas, las desestimaba y decía: “Mire, no creo que eso sea verdad”. “Olvídese, eso es solo transferencia negativa”. Yo creo que nunca le dije a una persona “esta es su transferencia negativa”. Dejo planteadas dos posibilidades: “Bueno, tal vez sea un poco así, tal vez no. Tal vez sea una proyección, tal vez sea verdad. Tal vez sea transferencia negativa, tal vez sea absolutamente cierto”. Probablemente no vea las cosas del mismo modo que ellos, lo que no significa que esté en lo cierto y ellos equivocados. Yo podría estar en lo cierto y en ese caso ellos estarían proyectando algo. Ellos podrían estar en lo cierto y yo podría estar a la defensiva. El tiempo dirá. Si asumimos que hay un cincuenta por ciento de posibilidades de que sea una proyección y un cincuenta por ciento de que no lo sea -porque hay dos personas en la habitación-, al dejar el tema abierto, el tiempo dirá. Una vez que el proceso “no, eso es solo transferencia negativa” comienza, estamos categorizando o sobre-etiquetando o defendiéndonos. Si no fuese transferencia negativa efectivamente, eso realmente bloquea la posibilidad de ser vistos. Si fuese transferencia negativa frenaría la posibilidad de que el cliente contacte con ella, porque la estaríamos nombrando. 

He tenido algunas experiencias muy satisfactorias dejando el tema abierto y luego de dos semanas pudimos reconocer cuál de las posibilidades era. O bien yo dije: “Recién ahora puedo darme cuenta de que estaba en cierto estado de ánimo aquel día, usted tenía razón”. O llegó el cliente y dijo: “¿Sabe de qué se trataba todo eso? De mi padre, me acabo de dar cuenta”. Se vuelve obvio. Una vez, una cliente entró a sesión con un libro sobre clínica en sus manos, gritando: “Estoy harta de todas estas categorías, de la esquizoidia y del masoquismo y todo eso. Yo no quiero ser ninguno de esos capítulos”. Luego dijo: “Usted lee estos libros, cree en estas clasificaciones, debe creer en todas estas cosas, y yo soy su cliente y no tengo nada de eso”. Ella comenzó a despotricar y siguió despotricando y siguió… Continuó por aproximadamente media hora, treinta y cinco minutos, hasta que se detuvo y me dijo: “Y no me diga que esto es paranoia”. Yo dije: “Aún no he respondido, usted no ha terminado”. Entonces continuó durante otro cuarto de hora. Luego de ese cuarto de hora no golpeaba el libro únicamente con palabras: lo hacía con sus puños. En ese momento comenzó a llorar. La marea de palabras había finalizado: era una niña herida, sintiéndose desilusionada. Como ya no me “lanzaba” cosas, se volvió posible conectar con ella de un modo que no fuera únicamente escuchando o defendiéndome. Me acerqué, me senté junto a ella sobre el colchón y compartimos su sentimiento. Luego de más o menos cinco minutos dijo: “Sí, mucho de lo que dije fue paranoia, pero algo también fue verdadero”. Esa es una afirmación verdaderamente basada en la realidad.

Entonces, la esencia de la paranoia es que la persona realmente está siendo perseguida. La persecución real yace detrás de la paranoia. Pero el sentimiento de herida ha sido reprimido y ahora está en un estado de alerta para evitar cualquier futura persecución. La esencia de la defensa paranoide es mantener a raya a las personas y no mostrar la herida. La esencia de la posición paranoide (no la defensa, la posición por debajo) es que la persona fue herida. Fue perseguida. Y entre la defensa y la posición está el sentimiento de dolor y herida por eso.

Cuando esta mujer llega al lugar donde puede sentir la herida, cae desde su defensa de carácter a una capa mucho más profunda, en la cual -de hecho- es mucho más sencillo relacionarse con ella. Puedo relacionarme con esa herida profunda, puedo resonar fácilmente con eso. En ese punto resonamos juntos como seres humanos. En la otra posición hay una interferencia: ella teme que interfiera de algún modo diagnosticándola y a su vez interfiere con mi trabajo de intentar ayudarla. Hubiese sido fatal decirle “Esto es paranoia. Usted está siendo paranoica, déjeme interpretar lo que está sucediendo”. Creo que hubiese sido un desastre, al menos en este ejemplo. 

Cuando se descubre que alguna crítica es efectivamente una proyección, ambas personas pueden reconocer que están en el terreno de la transferencia. En cambio, cuando se descubre que es real, se vuelve parte de una interacción saludable entre dos personas. “Sí, hay cosas de usted que no me gustan. Déjeme decirle cuáles son y por favor mantenga esas cosas fuera del camino porque interfieren conmigo y no me gustan mucho”. O “Esta es una parte de usted con la que no puedo lidiar, pero con otras partes me llevo muy bien”. Entonces la habilidad de manifestar enojo saludable dentro de una relación sin destruirla, es algo que realmente espero recuperar a través del trabajo con el enojo reprimido o proyectado. 

Del lado del terapeuta, la capa más externa o contratransferencia positiva es la represión de la asertividad. Hay una pintura de un hombre parado sobre su propia mano, realizada por William Steig. Dice: “¿Quién soy yo para tener una opinión propia?”. Es el terapeuta que se sienta y dice: “Bueno, realmente estoy acá para escuchar, no estoy verdaderamente para alterar algo. Solamente dejaré que el proceso continúe. Si el cliente quiere acostarse y estar quieto por una hora, bueno, está bien; si quiere solamente hablar por una hora, está bien, escucharé; si quiere levantarse y correr, bueno, está bien. Él sabe, estoy acá solamente para ayudarlo a hacer lo que quiera hacer”. No hay desafío. 

La esencia de la contratransferencia negativa es que desafiamos de más.

Provocamos. Gerda dio una linda charla en la escuela de verano en Austria el año pasado. Ella dijo: “No crean que porque tenemos que incentivar la autorregulación nunca vamos a salir y provocar. No crean que porque hay peligros en la sobre-provocación tenemos que sub-provocar”. Lo que realmente estaba diciendo a los terapeutas muy receptivos con sus clientes era: “No tengan miedo de ser activos. No tengan miedo de afirmar”. Lowen solía decirle a las personas que se formaban con él: “No tengan miedo de ser receptivos. No tengan miedo de sentarse y escuchar. No tengan miedo de dejar que el proceso de la otra persona aparezca”. Algunos de estos terapeutas tendían a ser sobre-activos.

Por ejemplo, el año pasado, trabajé con un hombre que había tenido una experiencia con un terapeuta en Estados Unidos; no voy a decir más que eso, pero estaba en algún tipo de tradición reichiana. En nuestras sesiones llegamos a algunas lágrimas, algún llanto profundo. Aquel terapeuta le había dicho: “Usted es casi como una mujer histérica. No voy a lidiar con eso, lo voy a derivar a alguien más” y salió de la sesión. Eso es contratransferencia negativa, porque el efecto fue humillante. Este chico había almacenado mucho dolor y todo su trabajo conmigo fue si se animaría a llorar sin repetir aquella experiencia. Cuando lloraba no se trataba para nada de un llanto histérico. No se trataba de algo que lo iba a tener enganchado durante semanas o que fuese a enganchar al terapeuta durante semanas. De hecho finalizó de un modo muy claro en un tiempo esperable.

“Usted me amenaza, entonces yo lo denigro” es la esencia de la contratransferencia negativa. “Lo que está pasando, lo que sea que está pasando, de algún modo me hace sentir incómodo, entonces para mantenerme superior, simplemente lo voy a hacer sentir incómodo a usted”. Podemos hacer que las personas se sientan incómodas acerca de cualquier cosa. Podemos hacerlas sentir incómodas porque no se enojan lo suficiente, porque están demasiado enojadas, porque no hablan, porque hablan demasiado. Depende de cómo sea hecho. Podemos ver por qué este área transferencial es particularmente difícil. Porque si no podemos estar “calmos de menos” y no podemos “estar calmos de más” ¿qué es lo que nos queda? Bueno, nos queda la movilidad. Nos queda tratar de adaptar lo que estamos haciendo para resonar con la necesidad del cliente en vez de quedar fijados en un patrón que proviene de nuestro propio carácter, que dice: “Deje que hagan ellos, siempre” o “Involúcrese y haga algo, siempre”.

Volviendo a la agresión, agresión no significa lastimar a las personas, significa ser asertivo con uno mismo. Siempre tiene que ver con afirmar los propios límites. Una vez una cliente cayó en un brote maníaco e invadía el espacio vital de todo el mundo. Fue a la comisaría a las dos de la mañana y tuvo a un policía de acá para allá buscando algo que se le había perdido. Llamó por teléfono al vicario de Abbotsbury y le dijo que estaba muy infeliz. Hizo un gran número de cosas. Escribió cartas a personas de diferentes lugares del mundo. En otras palabras, un clásico patrón maníaco. Era una de esas personas que tenía brotes de hacer terapia y luego pasaba un año sin ir. En ese tiempo no era cliente mía, pero manteníamos cierta conexión. Yo estaba en Abbotsbury y ella en Londres. Me hacía llamadas telefónicas muy largas, hablando de un modo maníaco acerca de su estado. Yo dedicaba mucho de mi tiempo escuchando esas llamadas, y si me escribía cartas, las respondía. Ella no estaba haciendo terapia en ese momento, tampoco llamaba para pedir una sesión. Sin embargo, me dijo que quería venir a Abbotsbury y entregarme una carta en persona. Yo dije: “Bueno, no estoy disponible para eso. Voy a leer sus cartas, pero siento que invaden mi espacio. Siento que si viene va a utilizar eso de algún modo manipulativo”. 

Hablando con ella me di cuenta de que el asunto con los estados maníacos es que son ilimitados, y lo que yo estaba haciendo, de hecho, era poner un límite. Estaba diciendo: “Este es mi borde. Hasta acá voy a permitir que se expanda, no más, no a mis expensas”. Ella tomó el tren hasta Weymouth y desde allí me llamó: “Llegué a Weymouth con la carta”. Le respondí: “Llévela al correo, yo no debería verla a usted”. Sentí muy duro y cruel haber dicho eso, pero también sentí que fue una lucha por mi vida. Si recapitulo, quizás yo estaba teniendo una pésima semana. No creo que la de ella haya sido mucho mejor.

La esencia de la respuesta maníaca es que si nos entregamos a ella, no se vuelve menos maníaca, se vuelve más maníaca. Como el fuego con la madera: al tirar más leña, crece. En este punto es necesario detener el fuego. ¡Entonces yo tenía una buena razón para lo que estaba haciendo! Y al mismo tiempo estaba realmente creando mi límite. Ella se puso furiosa y me insultó por teléfono. Nunca antes se había comportado de ese modo. Realmente se aclaró el espacio entre nosotros: ella se dio cuenta de que había ciertas cosas que no conseguiría de mí, lo que es parte de estar en el mundo real. Había cosas que yo no estaba dispuesto a hacer, y esa era una de ellas. Había otras que sí y que podrían serle de mucha utilidad.

Miedo y transferencia

Ahora quiero hablar sobre el miedo. Quiero establecer una polaridad entre dos tipos, dos extremos: el miedo a la dependencia y el miedo a la independencia. También quiero sugerir que estos miedos son bastante profundos en las personas. Guntrip, en su libro sobre las dinámicas esquizoides(10), sugiere que el miedo es más básico que la sexualidad o la agresividad. Echémosle un vistazo a esta idea. Reich dice que sexualidad y agresividad son dos formas de expansión y la ansiedad es contracción. Ahora, si nos expandimos, podemos salir, si nos contraemos nos quedamos atascados. Lo que Guntrip está diciendo es que mucho de la sexualidad y la agresividad no es de ningún modo primario: es pseudo, protectivo, defensivo, un acting-out. Algo que realmente está ocultando el miedo. Solo cuando el miedo sale a la luz, solo cuando vamos debajo de ese miedo básico, podemos comenzar a contactar con una expansión real, un amor real, una sexualidad real y una real afirmación.

Ahora, el miedo a la dependencia surge de verse sobrepasado por demasiado sentir. Viene de la mano de sentimientos como ser arrastrado por la corriente, ser absorbido, volverse dependiente, perder los propios pies, ahogarse, quedar desencarnado, perder el ego.

Una vez trabajé tres días con dos grupos en Austria. En el segundo grupo, ocho de veinte personas sentían muy fuerte este miedo. Tuvimos que conducir al grupo de un modo muy diferente para que las personas pudieran saborear ese miedo sin quedar inundadas, encerradas en la ansiedad. Quiero brindar un ejemplo acerca de una persona que ya había trabajado con dos trainers de allí. Cada vez que en su proceso aparecía un material que la inundaba, se encontraba con este miedo. Por lo tanto temía trabajar, por si algo de esto ocurría. Discutimos durante veinte minutos si lo haría o no. Finalmente establecimos un contrato para hacerlo de una manera que la preservaría de quedar inundada, lo cual parecía ser el punto indicado a trabajar. Entonces, se acostó en el piso y en uno o dos minutos comenzó a sentirse desbordada. Como habíamos establecido un contrato, de que la naturaleza del trabajo fuese construir un límite alrededor de lo que estaba pasando, comenzamos a trabajar con el yo, no con el ello.

Gerda ha remarcado la importancia de trabajar siempre lo más cerca posible del yo,  y creo haber entendido aquel día, por primera vez, lo que ella quería decir. Trabajar cerca del yo significa mantener las cosas dentro de los límites que la persona puede manejar. Entonces, no es inundada por sentimientos demasiado intensos, tan intensos que la arrastran. Alguien en San Francisco dijo una vez: “Sabemos cómo desarmarnos. ¿Cómo hacemos para reunirnos de nuevo?”. Es como dice la canción de Humpty Dumpty. “¿Cómo juntamos de nuevo los pedacitos de Humpty Dumpty?”. Tal vez no es necesario que Humpty Dumpty se desarme en pedazos. Tal vez puede crecer de otro modo. La

experiencia de esta mujer se trataba de esto. Al entrar en el trabajo con el cuerpo, comenzó a desarmarse en muchos pedacitos, a tener un sentimiento de volar en pedazos. ¿Sabían que muchas personas terminan hospitalizadas luego de trabajar en grupos? No creo que esto suceda aquí -en el Centro Boyensen- porque los grupos son conducidos de un modo razonablemente responsable. Pero es algo que ocurre en grupos en todo el mundo. Se fragmentan y no pueden manejarlo, entonces terminan en el hospital. Esto se debe a que son sobreprovocadas por personas que no tienen idea acerca de lo que estamos hablando y creen que lo más importante es sentir más.

A esta mujer le dije: “Si abre los ojos, ¿se siente más o menos inundada?”. Ella respondió: “Menos”. Yo dije: “Ok, entonces esto ayuda un poco. Hay algo que puede hacer”. Desde ese momento quise descubrir si ella se sentiría más ansiosa acostada boca abajo o sobre su espalda. “Oh -dijo ella- cuando estoy acostada boca abajo no siento tanto miedo. Todavía puedo sentir esas corrientes pero puedo manejarlas mejor”. Exploramos si al hacer algún tipo de contacto de su mano con mi cuerpo se sentía más o menos inundada. “Menos”. De este modo construimos una serie de cosas que le permitieron trabajar con sus sentimientos y sensaciones interiores sin volarse en pedazos.

Yo sabía algo sobre su historia: tenía un padre sádico. Trabajando con ella me di cuenta de que estaba lidiando con sus propias corrientes, como si la estuvieran persiguiendo: “Me vuelan en pedazos. Es desagradable. Es horroroso”. Su respuesta había sido cerrarse a los sentimientos: “Bueno, no puedo permitirme sentir. No es una buena sensación. Voy a cerrarme”. Entonces quedó atrapada entre perseguir a sus corrientes o ser perseguida por ellas. A través de la situación que creamos aquel día, tuvo suficientes límites alrededor de sus sensaciones como para no sentirse amenazada. De hecho, estaba experimentando que sus corrientes sádicas no la perseguían. Pudo comenzar a relacionarse con su propio cuerpo y sentir: “Siempre que vaya paso a paso, esto no va a terminar en un desastre”. Esa noche tuvo un sueño. Estaba cruzando un puente sobre un río que corría. Estaba asustada. “Me voy a ahogar”, pensó. Y luego: “No, no me voy ahogar, tengo algunas opciones. Podría nadar, pero es peligroso. O podría quedarme sobre el puente y sostenerme de la baranda”. Entonces cruzó el puente agarrándose de la baranda.

Por otro lado, está el miedo a la independencia: “No quiero crecer. No quiero ponerme de pie. Quiero que me cuiden por el resto de mi vida. Quiero quedarme en la cama. No quiero dejar el grupo. Llevo diez años de terapia pero creo que necesito once”. Espero se den cuenta que estamos hablando sobre el nacer. Estos miedos tienen que ver con el miedo a nacer y a morir. El primer miedo es realmente miedo a morir. 

Reich dice que la ansiedad frente al orgasmo es el miedo a la entrega, a rendirse. Que es el miedo básico que yace detrás de cualquier neurosis. En este sentido, Reich también plantea lo que estoy a punto de decir, lo llama ansiedad de orgasmo. Guntrip lo llamaría algo así como ansiedad existencial. David Smith las reunió en un artículo que habla acerca de la ansiedad de nacimiento en relación con la ansiedad de orgasmo(11). Son realmente dos maneras de ver el mismo proceso. Si lo miramos desde un lado lo vamos a llamar ansiedad de orgasmo, porque estamos mirando a través del canal sexual del proceso vital de la persona. Si lo miramos desde el otro, es ansiedad de nacimiento. Depende de cómo lo miremos. La ansiedad frente al orgasmo tiene que ver con disolver los límites, volver al océano. “No quiero dejarme ir, no quiero disolver los límites”. El otro miedo es miedo a salir del océano, pararse sobre la tierra. “Quiero permanecer en el océano, quiero no nacer. Quiero vivenciar el orgasmo uterino todo el tiempo. Quiero volver a aquel período oceánico”. Esto es una regresión. Distingo aquí dos tipos de regresión. Regresión táctica, que busca volver atrás para deshacer algo de modo de poder seguir adelante; es como volver al cartel de señalización luego de haber tomado el camino equivocado y así poder tomar el camino correcto. Y regresión estratégica, volver a donde estábamos porque “se sentía tan bien”. Stanley Keleman llama a esto Mito del Jardín del Edén(12).

Entonces el miedo a la dependencia es el miedo a la disolución o a quedar sin límites, a perder la posición adulta, a perder la tierra. David Smith habla de esto en términos de grounding vertical y grounding horizontal. El grounding vertical tiene que ver con pararse y ser adulto. El grounding horizontal tiene que ver con recostarse y ser sostenido. El miedo a la independencia es el miedo a abandonar el grounding horizontal: “No quiero dejar ir la seguridad y el apoyo”. Todos esos miedos que los niños vivencian en el camino desde el sostén a la independencia. El miedo a la dependencia es también el miedo a ser ayudado. “Prefiero demasiado estar de pie. No quiero recostarme. Podrían aplastarme. Podría no ser capaz de levantarme de nuevo”. El grounding vertical puede ser una defensa frente a la posibilidad de caer en el grounding horizontal.

Lowen habla acerca de los caracteres rígidos. El carácter rígido está atento a no dejarse caer. Entonces no es un grounding saludable, es un sobre enraizamiento rígido.

Está pendiente de mantenerse vertical, de mantener la rectitud y estar de pie en el mundo.

De mantener el status, como un modo de preservarse del sentimiento de debilidad. En el otro caso, existe un apego al estado de debilidad porque allí se siente respaldo. Cuando somos fuertes, el respaldo es la retirada. Entonces se configura una elección entre dos formas de vida: “Fuerza por temor a la debilidad” o “Debilidad por temor a la fuerza”. Lo que estoy diciendo es incluso más profundo. La elección es entre: “Si dejo de lado mi fuerza podría morir, podría perderme”. Son frases que tienen que ver con la muerte. Por el otro lado: “Si tomo mis fuerzas, voy a nacer. Entonces no tendré respaldo, tendré que hacer todo por mi cuenta”. Morir y nacer son realmente dos extremos del mismo círculo, es darle vueltas en dos sentidos diferentes. Tenemos la disolución y lo ilimitado en ambos extremos, y la rendición frente a eso.

El tema de la rendición es un tema clave en los movimientos religiosos y también en terapia. Es una palabra que reúne los caminos religiosos y los caminos terapéuticos. Se suele decir: “Hay que dejarse llevar. Hay que confiar. Hay que dejarse llevar por los sentimientos. Deje caer su coraza. No piense demasiado. Suelte. Fluya. Salte al río”, y así. Esto está bien para contrarrestar lo que teníamos antes, pero es deseable sólo en caso de que luego se alcance una realización: “Antes de saltar al mar, aprendo a nadar o uso salvavidas. De otra manera, no voy a colaborar con nadie que me arroje al mar”. Lo que sucede en algunos grupos es que las personas son lanzadas al mar y experimentan el terror de ahogarse. Algunas de hecho se ahogan. Otras son sacadas exhaustas del turbulento mar sin haber obtenido nada de valor. Estoy tratando de poner el péndulo un poquito hacia el otro lado, de modo de no mirar solamente la rendición y poder también mirar cómo es construir un límite. Mucho del trabajo de Stanley Keleman tiene que ver con esto: “¿Cómo contengo mi miedo?” y no “¿Cómo reprimo mi miedo?”. “¿Cómo lo contengo? ¿Cómo le doy forma? ¿Cómo le doy forma para luego dejarlo ir…cuando yo elija”.

Proyección e introyección

Ahora observemos la cuestión de las relaciones núcleo-a-núcleo (core-to-core) y la posibilidad de transferencia en este nivel. Se refiere a un tipo de proyección en la que el cliente, muy a menudo, proyecta sobre el terapeuta la potencialidad de sanarse o de crecer. Yo no creo que allí haya transferencia, creo que una relación núcleo-a-núcleo se acerca mucho más a una resonancia. Creo que el cliente está buscando algo, algún eco de su potencialidad. Encontrar una respuesta de este tipo ayuda a que su potencialidad crezca. Es como lanzar una línea a través de un espacio: construir un puente. El puente es real, es un puente relacional sobre el cual realmente se puede caminar. Si el terapeuta no puede ofrecer ese eco, la situación se vuelve una proyección de la potencialidad del cliente. Entonces es lanzado a una reacción de desilusión, porque la parte de él mismo que está necesitando crecer no es reconocida por el terapeuta. Aquí tenemos una relación entre el núcleo y la segunda o tercera capa. En este caso el cliente está en una situación terapéutica difícil: el terapeuta no puede captar su realidad. Pero si es capaz de percibir las necesidades del núcleo del cliente, acontece un mutuo reconocimiento y la potencialidad de una persona ayuda a la potencialidad de la otra. Como dos llamas. Si estamos frente a un reloj de péndulo en movimiento, un segundo reloj se pondrá en marcha mientras el primero esté en el ritmo adecuado. Uno está ayudando al otro. Es lo que Winnicott dice acerca del espacio transicional(13), un espacio en el que dos personas juegan creativamente.

Esencialmente, la proyección tiene que ver con no reconocer “algo” en nosotros mismos y verlo en alguien más, que puede no tenerlo. Introyección tiene que ver con sentir en nosotros mismos “algo” que no tenemos, que hemos tomado de alguien más. Son los opuestos de un espejo. Necesitamos otra palabra, debe haber alguna en algún lugar. Por ejemplo, Perls usa mucho esas palabras en Gestalt. Tenemos proyección -poner afuera-, introyección -traer hacia adentro- y retroyección -que es volver a poner afuera-. También tiene otro grupo de palabras para las relaciones claras. Habla mucho sobre contacto. “Consonancia”, creo que tiene que ver con eso. También usa la palabra “congruencia”. Necesitamos alguna palabra que se refiera a personas interactuando en un modo de diálogo. David Smith sostiene que hay dos formas clave de diálogo roto. Una es la invasión, cuando una persona empuja su mensaje e ignora el mensaje del otro. La otra es la privación, cuando la expresión de una persona no encuentra ninguna respuesta. El diálogo es un espacio que no es ni invasivo ni privativo, un espacio en el que hay una relación entre estos términos y la proyección e introyección.

En la proyección se coloca afuera lo que nos resulta invasivo. La esencia de la proyección está relacionada con la paranoia. En la introyección, tomamos aquello de lo cual fuimos privados. Pero en diálogo abrimos nuestros límites y dejamos salir algo de nosotros mismos. Nos relacionamos con el otro. Nos realizamos al mismo tiempo de estar brindándonos.

Contactonúcleo-a-núcleo o estasis

La resonancia crea una iluminación en los campos de energía. Hay un proceso de sintonización ocurriendo, lo que significa que la interacción está promoviendo más vida. No solo promueve más vida en el cliente, también promueve más vida en mí: no ocurre solo en una dirección. Cuando no hay resonancia, una o la otra persona, o ambas, se sentirán incómodas. La capa secundaria estará como un remolino, dando vueltas por ahí. Se pueden observar cambios muy drásticos de una capa a la otra, cuando estamos en la capa del núcleo o salimos fuera de ella. Prestar atención a las señales de nuestro propio cuerpo puede brindar información muy valiosa. Tan pronto como comenzamos a sentirnos aburridos con un cliente podemos pensar que algo de su campo de energía está viciado, confuso o nublado, o bien el nuestro, o ambos. Si somos el terapeuta, obviamente, es nuestra responsabilidad primero chequear nuestro propio estado. ¿Hay algo en nosotros -que no tenga nada que ver con el cliente- que nos esté haciendo sentir aburridos? ¿Nos fuimos a dormir tarde ayer a la noche? ¿Hay algo de nuestro propio proceso causando el aburrimiento? Si no hay nada y lo hemos chequeado de un modo fiel, entonces es algún tipo de respuesta a lo que está sucediendo con el cliente. ¿Qué es lo que está haciendo el cliente que es tan aburrido? ¿Qué está sucediendo con la energía en la interacción? De este modo estamos usando nuestro aburrimiento -que al ser respuesta al cliente es un poquito contratransferencial- para obtener información sobre lo que está sucediendo en la habitación. El cliente puede estar contando una historia muy interesante pero sin ninguna variación en la voz, esto nos hace darnos cuenta de que su voz es monótona. Quizás focalicemos la atención en el tono de voz más que en el contenido. Entonces el tono de voz se pone más vivo, o más sentimientos afloran o sus ojos comienzan a llenarse de lágrimas y nos damos cuenta de que estamos acercándonos al sentimiento. Ya no estamos más aburridos, estamos interesados y nuestros ojos se vuelven más vivos. Si lo pensamos en términos de energía es muy claro: o bien la energía se mueve hacia más interacción o de algún modo se está guardando en algún tipo de estasis.

El núcleo está ahí, esperando ser contactado desde el primer día. La capa del inconciente caòtico está ahí, desde el primer día y la máscara también. Todas son operativas o potencialmente operativas todo el tiempo. Si sucede algo que gatille la confusión -por parte del terapeuta o del cliente- se puede caer de nuevo en una transferencia enredada luego de mucho trabajo claro, limpio. Es muy importante mantenerse atentos al núcleo porque es lo más profundo y tiene encima las otras dos capas, por eso es lo más difícil de hallar, de encontrar. Pero puede asomarse de maneras extraordinarias si lo buscamos, si buscamos pequeñas señales. ¿Les conté ya acerca de aquella mujer, en el último grupo de agosto? Ella estaba dentro de una profunda y oscura pena. Como un agujero negro relacionado con la muerte de su padre. La mayor parte del trabajo fue ayudarla a ir hacia ahí, era la emoción más pronta a salir. Parecía que toda la sesión sería negra, llena de dolor, una sesión con ánimo de luto. Hubo un cierto punto en el cual pesqué que hacía una pausa y que empezaba a empujarse a sí misma de nuevo hacia el dolor, en vez de esperar la próxima ola, o lo que sea. Le dije: “No empuje, no empuje. Espere”. Entonces entró en un lugar de más autorregulación. Muy lentamente, de hecho, comenzó a contactar con algo más profundo, cercano a su espontaneidad. Creo que empezó a mover un dedo. Pero el dedo se convirtió en un brazo y el brazo se convirtió en un tipo de danza. Y era una danza de contacto.

Entonces toda esa “cosa negra” era un espacio de no contacto: ”No puedo hacer contacto. No hay contacto disponible”. Ella estaba a punto de empujarse de nuevo hacia un espacio de menos contacto. Este espacio de bajo contacto -y la oscuridad y el luto y la furia- es todo parte de la capa secundaria. Es parte de la sentencia de muerte. El otro sentimiento era primal -en el sentido real de lo primal, no en el sentido que le da Janov. Este sentimiento tiene que ver con el lenguaje corporal del contacto, la confianza que es rara después de haber sido hecha añicos, el sentido de vida que no muere incluso después de muchas muertes, la fe que sobrevive al holocausto. Ahora bien, su peligro era que se estaba atrapando a sí misma en el holocausto. Los holocaustos son reales: las personas han muerto allí, han pasado cosas terribles. Pero a pesar de esas cosas terribles, existe un impulso vital todavía vivo, todavía alcanzable, que quizás puede comenzar con un simple movimiento de un dedo que quiere salir y decir: “¡Ey! Todavía estoy aquí: no morí”. Pero su máscara, muy tensa y retirada dice: “Estoy muerta”. Su capa negra dice: “Estoy muerta, pero estoy despotricando al respecto”, o “Déjeme gritar mi desesperanza a los cuatro vientos”. Pero esta otra capa dice: “¡Ey! No he muerto, algo no murió. Algo que está aún ahí puede salir como el sol detrás de las nubes”. Bueno, eso es una expresión del núcleo. Fue la única vez que me encontré con esta mujer, fue solamente una hora en un grupo. Pero si yo le permitía empujarse nos hubiésemos perdido del pequeño dedo y de la secuencia completa, hubiese vuelto a eso que le resultaba mucho más familiar. Ella sabía todo sobre ese dolor, había estado ahí muchas veces antes.

En el momento que contactó con el dolor parecía que no había otra opción, porque hacia allí se estaba dirigiendo. Es como si la tormenta estuviera comenzando, no es posible detenerla. De ninguna manera. Luego hubo una pausa. En la pausa yo la miraba muy de cerca, tratando de ver qué vendría después. Lo primero que vino fue un esfuerzo de su respiración. Respiraba como preparándose para el próximo esfuerzo. Podía verla comenzando a organizarse para repetir el mismo sentimiento. La primera vez no había tenido de ningún modo esa percepción. La primera vez salió de ella como una nube espontánea, una nube negra espontánea. La segunda vez parecía como si estuviera tratando de recrear algo más de eso. Yo no le dije: “No tenga más dolor”. Le dije: “Espere un minuto, no lo fuerce”. Podría haber tenido más de ese dolor sin forzarlo, pero no era lo que estaba sucediendo. Lo que sucedía era aquel otro impulso, pero ella no sabía lo que traería. Tampoco yo. Solo sabíamos que era algo diferente. A ver, muchas personas tienen un superyó terapéutico que dice: “Tengo que terminar con este dolor”. Un hombre en Australia dijo: “Estoy intentando acabar con él todos los días de la semana y tengo para seis años”. Ese es un ejercicio de ataque y por este camino se llega a un final amargo.

El ritmo del proceso

Tenemos que seguir el ritmo de nuestro propio proceso. Algunas personas precisan dormir cuatro horas, algunas precisan diez. Algunas precisan diez y duermen cuatro -el superyó terapéutico dice: tengo que seguir trabajando. Es necesario hacer contacto con la necesidad biológica que yace en el núcleo. Por encima de esa voz tenemos la voz de la cultura -o la voz internalizada de la cultura- que dice: “Bueno, eso no está bien. Debería ser diferente”. Así es como algunas personas escriben libros como “¿A qué hora deberíamos alimentar a nuestro bebé?”, “¿Cuántas veces a la semana deberíamos hacer el amor?”. Esto es un tipo de mapeo externo, un tipo de norma. Lo que descubrimos es que las personas tienen enormes variaciones en sus cuerpos. Algunas personas tienen un corazón que late 72 veces en un minuto y es sano. Algunas tienen un corazón que late 60 veces en un minuto y es sano. Algunas tienen un corazón que late 100 veces en un minuto y es sano. Algunas tienen el corazón casi en el centro. Algunas hacia la izquierda. Algunas personas tienen trece costillas, aunque parezca imposible. Entonces, hay variaciones en el cuerpo. El bioquímico Roger Williams escribió un libro llamado “Individualidad Bioquímica”. Se trata sobre el amplio rango que existe hacia cada lado de la norma. Más allá de lo que leamos como normal en un libro de fisiología, hay muchas personas muy saludables que divergen ampliamente de esa norma en cosas puramente estándar, como la presión arterial o el calcio. Si esto es cierto acerca de la fisiología, ¿cuánto más verdadero será acerca de cualquier otra cosa?

Quiero prestarle atención a los ritmos y emociones. Parte de la tarea terapéutica -si es verdad que dos cabezas son mejores que una- es que el terapeuta ayude al cliente a seguir su ritmo biológico, en vez de seguir la imagen de ese ritmo biológico y los estereotipos culturales de ritmo biológico. Entonces, si volvemos a una de las primeras cosas que dije, el patrón de interferencia que vemos en transferencia entre dos personas es -al fin y al cabo- un patrón de interferencia dentro de la persona. El conflicto interno: la coraza cultural y la espontaneidad que yace debajo, una interfiriendo con la otra. 

Referencias

Se conservan los títulos en inglés, tal como fueron publicados en el artículo original.

(1)    Lake, Frank: Clinical Theology, Darton, Longman & Todd, 1966.

(2)    Boadella, David: “Violence in Groups”, in Energy & Character, vol. 11, 1, jan 1982.

(3)    Bion, W R: Experience in groups, Tavistock.

(4)    Lowen, Alexander: Psychopathic character, Institute for Bioenergetic Analysis Monograph.

(5)    Foudraine, Jan: Not made of wood.

(6)    Boadella, David: ”Death of the ego: I”, in Energy & Character, vol. 11, 2.

(7)    Buber, Martin: I and thou. 

(8)    Russell, Claire y Russell, W. N. S.: Human Behaviour: a new approach, Andre Deutsch, 1961.

(9)    Reich, Wilhelm: Character Analysis, Berlin, 1933.

(10) Guntrip, Harry: Schizoid phenomena optic relating and the Self, Hogarth, 1977.

(11) Smith, David: “Foetal Self and orgasm anxiety” in Energy & Character, vol. 10, 1, jan 1979.

(12) Keleman, Stanley: Verbatim report of speech given at and ESALEM CONFERENCE, Aug. 1974.

(13) Winnicott, D. W.: Playing and reality, Tavistock, 1971.

[1]Conservamos el título en inglés porque no encontramos en la traducción al español del libro un capítulo con este nombre.

Dr. David Boadella

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Psicólogo UBA / Psicoterapeuta Corporal con Certificación Internacional

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