Exploración Psicocorporal a partir de un sueño: una comprensión desde los campos motores.

La vida, como un carrilón,

 que se enciende una nueva vez

 L. A Spinetta

A continuación me propongo compartir acerca de una experiencia acontecida en el marco de un seminario internacional en Biosíntesis coordinado por Liane Zink.

Una de las propuestas de Liane fue trabajar en tríos (paciente, terapeuta y testigo) a partir de un sueño. Allí fuiterapeuta de una compañera que, de aquí en más, llamaré Sol.

Días después del seminario surgió un modo de comprensión del desarrollo de la sesión en términos de un devenir de formas del cuerpo: una danza de manifestaciones visibles íntimamente relacionadas con contenidos del alma (más o menos conscientes).

El concepto de campos motores desarrollado por David Boadella se presentó como una clave para leer la experiencia. Ya que fue sobre todo lo no verbal en Sol -sumado a la resonancia en mi propio cuerpo- lo que guío el devenir de ese encuentro.

El ejercicio

Liane propuso tomar un ejercicio como inicio del trabajo en tríos; ejercicio que todos los participantes habíamos realizado la primera mañana de seminario. Así lo recuerdo:

1-      Colocar ambas manos sobre el pecho (una encima de la otra, buscando la presión adecuada para profundizar la sensación de contacto).

2-      Mano izquierda permanece sobre el pecho, mano derecha va hacia el frente del cuerpo, se extiende el brazo: mirar la mano y ver “allí” el sueño… ¿Qué veo?

3-      Mano derecha vuelve al pecho, mano izquierda va hacia el frente: mirar la mano y “ser el sueño” mirándome a mí misma en esa mano…¿Qué ve el sueño?

4-      Alternar manos y perspectivas, las veces que necesitemos.

La sesión

Sol comenzó contándome su sueño:

Iba a la casa de mi tía…que en el sueño en realidad era la casa de mi abuelo… mi abuelo muerto hace muchos años… el papá de mi tía y de mi papá. Había mucha gente en un patio, no sé quiénes eran…. yo estaba ansiosa…cuando estaba en la cocina con mi hermano me sentía más tranquila…con mi hermano íbamos a llevar platos con comida al patio, pero cuando los llevábamos yo me había comido la mitad, un montón de la comida… aparecía mi abuela …aparecía por atrás mío y me decía “siempre igual vos, no cambias más, siempre lo mismo con la comida”… luego aparecía mi abuelo y decía “va a ser difícil esta mujer, cuando envejezca”, refiriéndose a mi abuela.

Sol parecía navegar en aguas revueltas. El modo de relatar el sueño tenía una impronta de incomodidad. Tuve la impresión de que el sueño “no le dejaba espacio”, “la atacaba”, “se le venía encima”.

Al mismo tiempo parecía sentirse a gusto conmigo, cada tanto mirándome y estableciendo un cálido contacto visual.

Parecía bueno sostener un espacio de sesión que pudiera mantenerse pulsando en una cualidad diferente y diferenciada de la del sueño: un espacio seguro, lento y respetuoso.

Sol se  tomó un momento para realizar el ejercicio mencionado y al finalizar me contó que cuando el sueño la miraba, veía algo todo borroso, indefinido: una bruma la cubría. Por otro lado, cuando era ella quien miraba al sueño, sentía tristeza.

Le pregunté si el sueño la miraba a través de los ojos de alguno de sus personajes. Me respondió que no, que era el sueño entero mirándola. Luego le pregunté si ella, al mirar el sueño, veía destacarse a algún personaje por sobre otros…si había algún protagonista. También me dijo que no. De momento íbamos golpeando puertas, viendo si alguna se abría.

Le pregunté a quién iba dirigido el comentario de la abuela. Me dijo que era un comentario dirigido solo a ella, que venía desde atrás, desde sus espaldas, algo solo para sus oídos.

Desde el comienzo de la sesión Sol estaba sentada en el piso, con las piernas cruzadas, si bien su espalda estaba apoyada, la impresión era que su cuerpo no parecía “tomar” el respaldo.

El campo de  flexión no parecía un buen lugar, un lugar agradable de estar, sino más bien un modo de protección frente a eso confuso, borroso, triste y amenazante que prefiguraba el sueño.

Continuaron así algunas preguntas exploratorias que desplegabanun poco el material del sueño y a la vez abonaban el espacio seguro de la sesión.

Entonces surgió otra pregunta que llevó a algo nuevo en el devenir de la sesión: ¿Cómo sentís el cuerpo al contactar con tu hermano del sueño?

Sol cerró los ojos y habitó un rato el silencio. La habitación parecía ampliarse y llenarse de una cualidad más luminosa y calma. Ir a buscar al hermano del sueño al cuerpo parecía traer el sol de vuelta Sol: ella resplandecía. Su respiración se centró e irradiaba otra presencia.

Ahí fue que extendió las piernas y las palmas de sus manos se voltearon para mirar el techo. Un nuevo gesto en la habitación.

¿Qué habría pasado allí?

Me contó sobre su percepción de que una corriente de energía había bajado hacia su pelvis y eso se sentía bien. Su modo de hablar era otro, más blandito, aliviado.

Coloqué mis manos sobre las plantas de sus pies, con la intención de alentar y dar borde a esa extensión. Ofrecer un campo de oposición para dar entidad a eso nuevo: como diciendo “mirá…extendiste las piernas…sentí hasta donde llegas, sentí tu fuerza”.

Sol recibió bien ese contacto y me contó sobre una sensación de que algo confluían hacia abajo con más fuerza.

La sesión transcurría bastante silenciosa. Sol realizaba cada tanto unos movimientos de la cabeza y cuello. Había como una cierta alternancia de la energía: la corriente de vida hacia abajo -más placentera, habilitante y digna- en puja con una corriente de repliegue de la energía hacia la cabeza y nuca -que volvía a traer un aroma de ataque, de crítica.

¿Cómo apoyar la línea de vida?

Quise proponerle amplificar el movimiento de rotación de la cabeza que hacía espontáneamente…seguirlo. Opté por no entrar con una consigna verbal a un trabajo voluntario, por temor a despertar algo de exigencia.

En vez de eso Sol se recostó en el piso y algo del campo de extensión se amplificó. Se acostó como una estrella de cinco puntas: brazos y piernas abiertas y extendidas. En un registro más sutil, su campo pareció irradiarse al ras del suelo (semejante a las ondas concéntricas que se propagan en el agua tras el impacto de una piedrita)

En mi interior sonaban las palabras “mío, yo, mi lugar, mi espacio” y la sensación de querer sentarme a bastante distancia de ella, respetando ese campo más grande que estaba empezando a ocupar.

Luego de un momento, me acerqué para alentar movimientos de rotación de su cabeza con mis propias manos. Movimiento que estaba ahí, latente. Durante el rato que sostuve su cabeza, rotándola suavemente para un lado y para el otro, en mis pensamientos, estaba la palabra “no”.

Cuando me senté a su lado, minutos después, su gesto estaba blando, su cara con más color. Me dijo que veía el sueño y aún sentía tristeza, pero algo de la bruma que la envolvía se había corrido. Su palabra era libre y su tono de voz mullidito… estaba fuera de la tortura. Más definida, más clara…

Empezó a mover el cuerpo, haciendo sonidos, pegando patadas y empujando el aire con sus brazos, diciendo “ahora vendría esto”. Movimientos de sacarse algo de encima, sin culpa, con alegría. Una corriente de buena agresividad circulaba en ella: la agresividad de quien elige cuidar y respetar su territorio.  

Para este momento su cara estaba toda roja y la sesión terminaba.

La danza de la vida: campos motores

Los campos motores son posibilidades de movimiento que vienen con nosotros y que mantienen una íntima relación con la respiración y las corrientes de expresión emocional. Boadella (2000) los presenta en 4 polaridades dinámicas y un noveno campo suelto (que en sí mismo incluye la polaridad):

Flexión- Extensión

Oposición-Tracción

Activación – Absorción

Rotación – Canalización

Pulsación

En un trabajo desde la Biosíntesis podemos reconocerlos en tanto tendencias de movimiento que insinúan intencionalidades latentes en la persona. Como “algo” que está en puertas de ser nombrado con el cuerpo y que precisa de nuestro apoyo.

En ese sentido puede pensarse como un modo de atención parejamente flotante (Freud, 1912), es decir, un modo de escucha de lo latente. Sin embargo, lo que aquí se escucha proviene de una dimensión no verbal, proviene de la dimensión somática.   

Al mismo tiempo podemos reconocer cuando algún campo motor ha devenido actitud, es decir,un modo fijo de estar que congela, inhibiendo sistemáticamente la espontaneidad.

El campo de flexión (constante durante la primera mitad de la sesión) daba la impresión de ser un modo conocido de lidiar con “algo” y, en ese momento, parecía aprisionarla. Una flexión ligada a la supervivencia, a resistir o aguantar algún tipo de avasallamiento.

Algo giró cuando Sol fue al cuerpo a buscar las sensaciones del hermano del sueño. No sé qué pasó allí, pero lo que venía siendo, dejó de ser… y esa flexión de supervivencia comenzó a descongelarse. Afloró un nuevo campo, fruto de esa misteriosa conexión: la extensión espontánea de piernas y brazos (y con ella algo más placentero).

Las rotaciones espontáneas de la cabeza aparecieron en ese momento de alternancia: algo en ella estaba más centrado en sí misma, pero “algo en la nuca” aún amenazaba, atrayendo la energía. Creo que apoyar ese movimiento, desde el piso, trajo fuerzas para la batalla. Las fuerzas agresivas necesarias para patear, verbalizar, ocupar más espacio.

Este escrito intentó iluminar un punto de percepción posible en el terapeuta que, a su vez, abre un camino posible de trabajo: el de escuchar los indicios no verbales que surgen de gestos y movimientos del paciente.  La posibilidad de seguirlos y registrar las modificaciones en el metabolismo energético (respiración, contacto emocional) y en el modo de pensar y comunicar verbalmente.

La exploración como camino

Durante el transcurso de la sesión no hubo una expectativa, pero sí un norte: ir hacia un lugar más seguro y definido.  

La exploración como camino y soltar expectativas de logro fue esencial para andar la sesión. Un modo de compartir que trajo una brisa fresca y aportó a mantener un clima seguridad.

Dice Boadella (1981) que explorar tiene que ver con brotar y que una de las mejores definiciones de amor que encontró reza que “amor es promover la exploración de alguien más”. Agrega que “todo proceso de mover a una persona desde la ansiedad hacia el placer, desde la contracción hacia la expansión, desde la confusión hacia la claridad, desde la interferencia hacia la resonancia, es una exploración.”.

Creo que el espíritu exploratorio es una práctica que colabora con la sanación de las violencias: en un terreno terapéutico, las de la vida del paciente y del terapeuta. Sutilmente irradiando sanación a las violencias humanas en su totalidad.

Referencias bibliográficas:

Boadella, D. Corrientes de vida (1993) Ed. Paidós

Boadella, D. Flujos de la forma, posturas del alma (2000) recuperado de www.cuerpoenterapia.com.ar.

Boadella, D. Transferencia, resonancia e interferencia (1981) recuperado de www.cuerpoenterapia.com.ar.

Freud, S. Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico (1912) en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu,1976. Tomo XII.

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Dirección general: Lic. Gastón Rigo

Psicólogo UBA / Psicoterapeuta Corporal con Certificación Internacional

International Senior Trainer of Biosynthesis